Poner bajo control internacional y después destruir el arsenal químico del régimen sirio es una gran idea que, al menos por ahora, ha detenido la máquina de guerra estadounidense, pero se trata de todos modos de un gran desafío, que puede requerir años, incluso en tiempos de paz.
“Es factible, y es potencialmente una idea magnífica, pero no hay que ser ingenuos” , afirmó Pascal Zanders, un investigador sobre el control de armas que tiene un blog, The Trench, dedicado a las armas de destrucción de masa, citado hoy por el diario The Washington Post. “Si se logran superar las cuestiones legales y logísticas, poner a buen recaudo los depósitos de armas podría ser relativamente fácil, pero si se añade la destrucción de las municiones, podrían necesitarse años”, agregó.
El armamento químico sirio, según algunas estimaciones, abarca numerosas fábricas para la producción y depósitos para el almacenamiento, a menudo subterráneos, además de miles de municiones de diversos tipo. Según una evaluación de los servicios de inteligencia no muy reciente, se trata de unos cuarenta lugares diseminados por todo el país.
“Y no hablemos de poner solo algún guardia en la puerta, debe haber diversas capas de seguridad”, subrayó un ex inspector de las Naciones Unidas en Iraq citado por The New York Times de forma anónima. Los inspectores de la ONU han sido llamados a verificar el desmantelamiento de arsenales químicos en varios países, entre ellos China, Rusia, Estados Unidos, Francia, India, Gran Bretaña, Bosnia, Serbia, Libia e Irak. En este último país se trata de un trabajo que empezó hace 20 años y aún no ha terminado. Y también en Estados Unidos el programa, puesto en marcha en 1997, aún no fue completado. Con Siria podría ser una tarea aún más difícil, afirmaron expertos militares, teniendo en cuenta que la decisión de desmantelar no ha sido precisamente voluntaria.