Para la oposición democrática el poder está en manos de Diosdado y la claque militar que lo secunda. Claro está, no podía ser de otro modo. Es el Teniente quien dispara a diario contra los demócratas. Quien exhibe poder de fuego con extrema petulancia. Quien patea, cual Tarazona rojo, a todo el que se le antoja.
Con lo anterior coinciden los dirigentes civiles del PSUV y de los partidos aliados que sintieron el rigor de las candidaturas militares a gobernaciones y ahora a alcaldías.
Si de la oposición radical se trata, el titiritero entonces es Fidel Castro, no importa que el cagalitroso personaje esté más allá que de acá, en su férreo puño se concentra la conducción de los destinos de este campamento petrolero (Cabrujas dixit) que sigue siendo Venezuela. O en su defecto, en el de su hermano Raúl.
Si a juzgar vamos por lo que piensan los partidarios de base del régimen, el mandato está entonces en manos de la Primera Combatiente. Al menos uno de cada dos así lo piensa. Cuando la parejita estuvo en la AN, fue en la doña en quien recayeron las decisiones fundamentales, la extensa lista de familiares en la nómina del legislativo así lo confirma. Ahora que están en Miraflores, la percepción del populacho rojo no tiene porque haber cambiado. Al contrario, dicen que se ha acentuado. Cada favorcito clientelar del gobierno pasa por algún familiar o allegado de la primorosa combatiente. La antigua negociadora de cobro de seguros en La Vega, en sus días de sumariadora de la populosa parroquia, según cuenta Emilio Cedeño, no pierde la maña.
Otros, tipo Giordani, Navarro y compañía han rodado. Apenas Merentes asoma la nariz. Ramírez prefiere ser el Mc Pato de la revolución. Carreño está entretenido con las cantinas. Y Jaua sueña con que algún día será gobernador de Miranda.
Saque usted su conclusión mi querido lector.