Óscar Lucien: Neolengua y cadena perpetua

Óscar Lucien: Neolengua y cadena perpetua

¿Por qué no lo ponen también en el desayuno? me interpela en un tono poco cortés una señora en el supermercado. Ante mi reacción de extrañeza sin poder articular palabra, suaviza la actitud y me informa lo del noticiero de la verdad, en sus palabras, la última locura de Maduro. “Eso lo hacen para idiotizarnos, ¿verdad?” Coincido en su apreciación y a modo de despedida le recomiendo leer 1984, la novela de Orwell.

En la larga cola de la caja, tengo el tiempo suficiente para navegar con el teléfono y constato que la iniciativa comunicacional de Maduro para “contrarrestar las mentiras y la censura burguesa” está entre las noticias del día.





La noche anterior, cuando todavía no se conocía el proyecto del noticiero de la verdad en cadena nacional, una amiga había referido, con espanto, su reciente trámite en una dependencia pública. Aunque el servicio era prestado de manera relativamente diligente, le sorprendió la cantidad de pantallas de televisión encendidas con mensajes promocionales del gobierno y, en particular, la hagiografía del Comandante Galáctico: “Nadie preguntaba nada, nadie reclamaba, todo el mundo estaba allí con la mirada fija en los televisores, como idiotizados”.

Transcurrido un buen rato, ya en casa, relaciono ambos episodios, repasando fragmentos subrayados de la novela de Orwell que había recomendado leer. En el relato orwelliano, la función esencial del noticiero de la verdad, quiero decir del ministerio de la verdad, es la reescritura de la historia, su falseamiento, de manera que esta coincida con la ideología y estatus quo oficial. Las palabras, en 1984, tienen otro significado. “Una palabra contiene en sí misma su contraria. Fíjate, por ejemplo, en la palabra bueno. Si tenemos la palabra bueno, ¿para qué necesitamos una como malo? Nobueno sirve igual. En realidad, mejor, porque es exactamente su opuesta, y la otra no. O si, por el contrario, quieres una forma superlativa de bueno, ¿qué sentido tiene contar con toda esa retahíla de vaguedades inútiles como excelente, espléndido, y otras por el estilo? Plusbueno cumple la misma función, o, si quieres algo todavía más fuerte, biplusbueno. Sé muy bien que ya usamos esas formas, pero en la versión definitiva de neolengua, éstas serán las únicas que haya”.

A ciencia cierta, la idea del noticiero de la verdad no es original de Maduro, fuera del antecedente literario comentado, tuvo expresiones concretas en la vida diaria de los países sometidos a la experiencia del socialismo real y es la vida ordinaria de un país como Cuba (desde donde se ejerce la tutoría que mantiene a Maduro en el poder) y también en algo que se quiso avanzar en la época en la cual Jesse Chacón fue Ministro de Comunicación, o sea de propaganda.

La lógica detrás de la creación del noticiero de la verdad se ampara en una práctica (manejada con mucha habilidad por el fallecido Comandante Galáctico) y en una impuesta realidad cotidiana de neolengua que vivimos los venezolanos, con poco capacidad de reacción, y, en casos concretos, de censura y represión.

¿Hay o no un dólar con una cotización distinta a la fijada por el Banco Central y que es la referencia esencial de innumerables intercambios cotidianos? No, no existe en la fantasiosa perversidad del gobierno porque no se nombra. Y no se nombra porque tal mención está, además, penalizada.

La neolengua tiene marca de fábrica, originaria, en este gobierno que comenzó hace catorce años. Desde los tristemente célebres niños pobres indigentes reubautizados niños de la patria, la noción de quinta república, los buenandros, los privados de libertad, hasta algo, honestamente tan ridículo, como llamar a la esposa del Presidente (cuya legitimidad ha sido impugnada en instancias internacionales) como Primera Combatienta (sic) o al candidato oficialista perdedor de las elecciones en el Estado Miranda, llamarlo Protector de Miranda. Ejemplos sobran, incluso si dejamos por fuera la tontería de ponerle sexos a las palabras, la más reciente, la de atletas y atletos.

El problema de fondo es lo que hemos insistido en llamar el cerco rojo a la libertad de expresión. Maduro en lo poco que lleva en el gobierno ha hecho más de cien cadenas. Alocuciones en las que además de interferir el libre flujo de la información se utilizan para la propaganda y sobre todo con la pretensión de crear una historia paralela a la realidad de privaciones económicas, de inseguridad que viven los ciudadanos a diario.

Noticiero de la verdad, en cadena nacional, “se parece igualito” a cadena perpetua. Neolengua