Se estima que el 15% del oro en el mundo se extrae de forma artesanal, en pequeñas minas donde en la mayoría de ellas se usa mercurio. Los mineros que lo utilizan se arriesgan a envenenarse, envenenar a sus hijos y contaminar el suelo. bbc.co.uk /Linda Pressly
Se calcula que en el mundo hay de 10 a 15 millones de minas de oro no reguladas que operan en 70 países. La minería artesanal a pequeña escala es, después de la quema de combustible fósil, la mayor fuente de contaminación de mercurio en el mundo.
En Indonesia, la industria es el sustento de tres millones de personas.
Fahrul Raji tiene unos 30 años y no se siente bien. En el centro sanitario de Kereng Pangi, un pueblo cerca de Kalimantan Central y rodeado de yacimientos de oro, explica sus síntomas. “Con frecuencia me dan dolores de cabeza y me siento débil. También tengo un sabor amargo en mi boca”.
Según el doctor Stephan Bose-O’Reilly, quien lo examina, Fahrul se ha estado envenenando lentamente con mercurio.
“Fahrul ha estado trabajando con mercurio durante muchos años, y ahora muestra los síntomas típicos de una intoxicación”, explica este médico alemán que hace una década empezó a estudiar el impacto del mercurio en la salud de los indonesios. “También tiene temblores y problemas de coordinación”.
A pesar de que el uso de mercurio en minas pequeñas de oro es ilegal en Indonesia, los mineros todavía lo utilizan para extraer el metal precioso de la piedra o el suelo.
El peligro de los humos
Fahrul no es extrae oro él mismo, sino que tiene una tienda en Kereng Pangi. A diario recibe a mineros con los frutos de su trabajo, con frecuencia piezas amalgamadas de mercurio y oro del tamaño de un guisante.
Fahrul las quema para que se evapore el mercurio y deje el metal. Pero los humos son muy tóxicos, razón por la cual fundidores como él con frecuencia muestran síntomas más severos de intoxicación que los mineros que usan mercurio en el yacimiento.
“El mercurio es una neurotoxina”, explica Bose-O’Reilly. “Afecta el cerebelo, que es la parte de cerebro que te ayuda a mover correctamente y a coordinar tus movimientos. El mercurio también afecta los riñones y otro órganos, pero el daño neurológico es irreversible”.
La tienda de oro de Fahrul está en la calle principal de Kereng Pangi. Detrás de un mostrador de madera, y con el soplete a un costado, espera la llegada de clientes. Es a final del día cuando los mineros aparecen con sus pepitas listas para ser fundidas.
Fahrul confiesa que si bien le preocupa el impacto que el mercurio está teniendo en su salud, no tiene intención de cambiar de trabajo. “Esto es un negocio familiar que me ha sido entregado. Mi padre también era comprador de oro, y hoy en día, con 65 años, todavía luce saludable”.
A pesar de que ya presenta síntomas de intoxicación, Fahrul está convencido de que el peligro que corre es pequeño. Este es el problema con el mercurio: sus efectos no son lo suficientemente dramáticos en el corto plazo como para que sean disuasivos.
El peor caso de la historia
El peor caso en el mundo de envenenamiento masivo por mercurio ocurrió en Japón a principio del siglo XX.
Los síntomas aparecieron gradualmente en la localidad de pescadores de Minamata. Al principio, nadie podía explicar la razón por la cual la gente empezó a arrastrar las palabras cuando hablaba, o por qué se caían cuando caminaban. Empezaron a tener problemas para tragar y temblores incontrolables. Incluso los niños nacieron con defectos y miles murieron a raíz de lo que se conoció como la enfermedad de Minamata.
Tomó 30 años, hasta la década de los 60, identificar la causa de tal sufrimiento: una fábrica de plástico local que estaba derramando mercurio a la bahía. El mercurio estaba contaminando a los peces, el alimento de primera necesidad de la población local.
Si Fahrul continúa fundiendo mercurio en su tienda de oro, e inhala los humos tóxicos, es posible que sus síntomas empeoren.
El doctor Bose-O’Reilly asegura que su orina contiene 697 microgramos de mercurio por litro, muy por encima de los niveles normales. “Esto es increíblemente alto”, sentencia. “La mayoría de las personas tiene uno o dos microgramos como mucho”.
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