Lo dijo sabiendo lo que decía: «Sólo confío en mis hijos». La presidenta de Argentina tiene dos, Máximo y Florencia. Se siente segura con ellos. Sabe que lo que diga -al menos en público- nunca será utilizado en su contra. Tiene la certeza de que no serán ellos los que filtren una fotografía suya -como la que fue portada en la prensa el lunes- sin una gota de maquillaje. Tampoco los que cuenten las intimidades del hogar o faciliten detalles de cómo fue el golpe que sufrió en la cabeza y desencadenó el dichoso hematoma (colección subdural crónica) que la obligó el martes a pasar por quirófano y la tiene de brazos cruzados en una cama del Hospital Universitario Fundación Favaloro. Cristina Fernández de Kirchner está convencida de que los secretos que saben sus hijos están bien guardados, y no se equivoca, publica abc.es.
El último enigma que despierta más interés en la sociedad argentina y en la prensa es el origen del dichoso golpe en la cabeza. La falta de información oficial sobre el mismo ha provocado un caudal de elucubraciones. Los medios de comunicación, citando diferentes fuentes, apuntaron que la presidenta se cayó de la escalerilla del avión cuando iba cargada con regalos para su único nieto, Néstor Ivan, hijo de Máximo y de Rocío García, la odontóloga que ha logrado hacerla abuela. Otros optaron por invertir la secuencia y aseguran que primero se produjo un desmayo y, después, la caída. Esta teoría no suena descabellada, ya que la viuda de Néstor Kirchner, desde que ganó en 2007 las elecciones que la colocaron, por votos propios, en la Casa Rosada, ha sufrido cinco lipotimias oficialmente confirmadas.
La teoría de los patines
En el abanico de teorías que circulan en las redacciones hay una que destaca por lo insólita: se cayó mientras patinaba en «roller», aseguran. La imagen de la jefa del Estado, de 60 años, deslizándose sobre ruedas, resulta algo inverosímil, pero no son pocos los episodios en su vida que cuestan trabajo creer. Sus declaraciones recomendando comer «cerdito» para mejorar la actividad sexual y ponerse a sí misma y a su difunto marido, Néstor Kirchner, como ejemplo, son un botón de muestra de otras menos cómicas.
Los patinazos de la Presidenta -sin «roller»- son tantos que hasta se han abierto blogs con las «cristifrases» y «cristinadas». Los humoristas argentinos se hacen un festín con las salidas de tono de Cristina Fernández -hasta tiene una imitadora- pero, tras descubrirse que padecía una «colección subdural crónica», las bromas han dejado paso a otro tipo de análisis y especulaciones. Carlos Pagni, columnista estrella del diario «La Nación», publicó que ya en el año 2011 el neurocirujano Armando Basso le detectó una lesión leve «en el lóbulo frontal, conocida como síndrome de Moria, cuya principal manifestación es la desinhibición», una forma diplomática de describir una enfermedad muy parecida a la que sufren los pacientes bipolares. Tiempo antes, la revista «Noticias» difundió declaraciones de un especialista que aseguraba que Cristina Fernández estaba siendo tratada por su condición de bipolar. La misma editorial advirtió que este mal lo padece, de forma pronunciada, su hermana Gisselle (58 años) dos años menor que ella y médico de profesión. «Los problemas psiquiátricos -publicaba- sumados a una enfermedad hematológica, la llevaron a pedir licencia» hace cuatro años después permanecer trabajando durante 26 en el Hospital Rossi de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires.
Según ha informado «La Nación», a Giselle se le ha impedido el paso a la habitación donde su hermana se recupera a causa de sus continuas discusiones con los médicos. El mismo diario, además, cuenta que la presidenta está «nerviosa por la presencia de su hermana en la Fundación Favaloro». Quienes sí permanecen junto a Cristina Fernández son Máximo y Florencia (aunque ésta sufre mucho en los hospitales y procura estar lo justo) y Ofelia Wilhem, su madre.
Un paciente molesto
La presidenta y su núcleo íntimo ocupan las habitaciones 601 y 602, ambas especialmente acondicionadas como Unidad de Cuidados Intensivos. Fuentes próximas al centro confiaron que la Presidenta dispone de televisión y fue así como descubrió que su peor enemigo en la prensa, el periodista Jorge Lanata, azote del Gobierno por los escándalos de corrupción, estuvo a un paso de ser intervenido en la misma clínica. Lanata -que además es diabético- acudió a la Fundación Favaloro por una insuficiencia renal pero, después de recibir atención médica de urgencia, fue derivado por falta de camas al Hospital Británico. No hay confirmación si la noticia interrumpió la serenidad recomendada a la paciente Presidenta o el pulso sufrió alguna variación.
Lo que sí se sabe es que la arritmia que padece sigue preocupando a los médicos. Su alcance y características es otro misterio sin descifrar. De nuevo, el ocultismo sirve en bandeja diferentes teorías. Una fuente próxima al sanatorio asegura que el hormigueo en el brazo izquierdo y la pérdida temporal de tensión muscular, presunto detonante para acelerar la intervención junto con nuevos dolores de cabeza, en rigor estaban más relacionados con el tema de una arritmia que podría estar provocada por una obstrucción arterial. Ironías del destino, si esta información se confirmara, la Presidenta sufriría el mismo mal del que fue operado su difunto marido. Pero ahora, esto es un misterio.