Qué pusilánime se ha vuelto esta sociedad al tocar el tema de los Derechos Humanos. En Venezuela, la gente pareciera estar muy familiarizada con él a juzgar por su letargo, enajenamiento e indiferencia al contestar un par de preguntas que se han enviado desde la cuenta del blog a ciertos profesionales vía e-mail.
Por Eduardo Salazar De Peñaranda, RNW
Por las calles de Caracas, Valencia o Maracaibo, a todo aquel que se le pregunte, suelta fácilmente cualquier reflexión, en ocasiones “criolla” y de distintos matices (algunas sin sentido o con mucho atino) sobre que “se respeten…” o que “el Estado debe garantizárselos a los presos políticos”…
Muy informado pareciera andar el venezolano de a pie. Y no sólo en el ámbito nacional; sino también en los asuntos externos.
Por ejemplo, recientemente el gobierno de Estados Unidos de América intentó una cruzada armada contra el pueblo sirio, por supuestos ataques con armas químicas a 1,429 personas, entre ellos, 426 niños.
Al final, expertos internacionales y la propia Casa Blanca alabaron la cooperación por parte del régimen de Al Assad en la destrucción del arsenal (entre ellos gas mostaza y gas sarín) en su país iniciado este domingo.
Todo esto después de que se aprobara una resolución (2118 del Consejo de Seguridad de la ONU) derivada de un acuerdo entre Rusia y EE.UU que busca el desarme químico de Siria para mediados del 2014.
El punto es que un buen porcentaje de venezolanos manifestaron su desaprobación ante la idea de una nueva guerra en el Oriente Próximo.
Lo que deja ver de antemano que es un país con una fuerte tradición de paz y apego por las instituciones democráticas. No obstante, esos mismos ciudadanos de Venezuela reclaman mayores Derechos Humanos para sí, para el pueblo y sus actores políticos.
La reflexión de la socióloga Milagros Belloso se ajusta al contexto: “No vale quejarse a estas alturas del partido, es hora de producir debates, de participar activamente en la búsqueda de soluciones o de alternativas que conlleven a solventar conflictos, problemas o faltas que desemboque en una sociedad más justa y equilibrada”.
En ese limbo de interrogantes, cualquiera pudiera espetar al Gobierno de Miraflores: ¿Y, los deberes qué? Sí, porque estos se suman a las causas nobles por Siria, o se solidarizan con otras coyunturas propias o ajenas en los que se ven vulnerados los Derechos Humanos fuera de nuestras fronteras.
Empero, ¿dónde queda el primer Derecho del Hombre y la Mujer?, es decir, al de la vida. Y es que hay una realidad que sorprende cotidianamente a todos quienes habitan estas maravillosas tierras caribeñas: la inseguridad. Entonces, ¿dónde queda el deber que tiene el gobierno de garantizar la vida?
Todos los lunes el venezolano mira con estupor la cantidad de homicidios en los telediarios, o se enteran de que a tal amigo lo mataron… así se vive al norte del sur.
Recientemente, el propio Eduardo Samán (hombre que forma parte de las autoridades venezolanas) fue interceptado por tres sujetos, aunque logró salir ileso con la ayuda de su guardaespaldas. Los tres delincuentes cayeron abatidos. Samán tuvo suerte, pero su hermano hace un año perdió la vida en manos del hampa.
Este caso sirve para ejemplificar que en la cuna de la llamada Revolución Bolivariana no se trata de rojos o blancos, de pobres o ricos, todos, absolutamente todos, viven a merced de los malhechores.
No menos cierto es que, la violencia desatada en las calles capitalinas y en el resto de este territorio suramericano es producto de la desestructuración social que durante las últimas décadas se gestó en Venezuela debido a las medidas financieras impuestas por potencias foráneas que favorecieron la desigualdad y el clasismo.
Ahora bien, una verdad inexorable y alegato ineludible en este texto es que sí se ha frenado el proyecto de educación y el resto de programas sociales elaborados por el Gobierno que buscaban revertir las diferencias entre personas de bajos recursos, no menos real es que hay en pugna intereses de elites económicas tanto criollas como externas: la inseguridad no es de ahora, ni es fortuita. Pero falta mano dura. Basta de palabras.
Se deben ejecutar mecanismos que disminuyan la cantidad de homicidios de inocentes… ha recrudecido la cultura de la muerte, y esto no se puede tolerar pues el capital humano se va achicando, tanto por quienes mueren como aquellos jóvenes que emigran a otros países buscando seguridad y mayor calidad de vida.
Se hace insistencia en que son muchos los tópicos que pueden ser tocados con relación al tema. No es fácil descifrarlo. Lo intentaremos en los siguientes artículos.
Por lo pronto, la próxima vez que se entere de un homicidio, tenga en cuenta que es una mezcolanza de impunidad, falta de políticas públicas acertadas y un componente recrudecido de invisibilidad social.
Así como también aseguran los últimos informes de Amnistía Internacional se trata de falta de voluntad política, una oposición que trabaje en conjunto al oficialismo, la situación del sistema penitenciario nacional y las políticas de seguridad que fracasan por no ir al meollo del asunto sino quedarse en la esfera.
Recuerde que todos estos componentes juntos han repercutido en un fenómeno repulsivo que cobró la vida (extraoficialmente, pues los organismos correspondientes no emiten números oficiales) de más de 21.692 ciudadanos en el 2012, y en lo que va de 2013 se calcula una tasa de 73 muertes violentas por cada 100.000 venezolanos, lo que podría superar significativamente la cifra total de homicidios si se la compara con la del año anterior.