Los rayos que desencadena una tormenta no solamente emiten luces dentadas hacia la Tierra, sino que además emiten otro tipo de energías por encima de las nubes aún por analizar.
La Agencia Espacial estadounidense (NASA) puso en marcha el pasado verano un proyecto para estudiar este fenómeno, y lo hizo con sello español.
David Guzmán García, doctor por la Universidad de Alcalá de Henares (España), fue uno de los ingenieros que trabajaron en la construcción del experimento “Firestation”, instalado desde hace unas semanas en la Estación Espacial Internacional (ISS) para poder medir el impacto energético de las tormentas.
Guzmán, ingeniero en Telecomunicación, aterrizó en 2010 en las instalaciones de la NASA de Goddard, a las afueras de Washington, y se metió de lleno en este proyecto que voló a la ISS desde Japón el pasado agosto. Su labor: crear un sistema capaz de procesar todos los datos que recogen los instrumentos de la “Firestation”.
“El experimento cuenta con una serie de instrumentos de heliofísica, medidores de campos magnéticos y eléctricos que recogen datos mientras la estación orbita alrededor de la Tierra. El sistema que diseñé tiene como misión procesar todos esos datos que los instrumentos captan”, explica Guzmán en entrevista con Efe.
“La idea es aprovechar la situación de la Estación Espacial Internacional, que es un lugar privilegiado, perfecto, para analizar las tormentas desde esa altura”, añade el ingeniero español, en referencia a los 400 kilómetros de distancia que separan la ISS de la superficie del planeta.
A diferencia de los experimentos anteriores, “Firestation” tiene la capacidad única de observar tormentas en múltiples longitudes de onda simultáneamente, lo que permite que detecte y analice el flujo de radiación gamma derivado de las tormentas en las capas altas de la atmósfera, también conocidos como Terrestrial Gamma-Ray Flashes (TGF), y mida la energía que desprenden.
Estos flujos de electrones son una fuente energética de inestimables proporciones y llegan a experimentar energías superiores a los 100 Megaelectronvoltios (MeV), pero su origen es incierto.
“Algo allá arriba acelera partículas de baja energía a través del aire a casi la velocidad de la luz, produce radiación gamma y, a veces, una cascada de antimateria”, explicó en la presentación el jefe del proyecto Douglas E. Rowland, quien quiere saber qué es ese “algo” desconocido que produce esa cantidad ingente de energía.
El trabajo de este ingeniero español, que ahora trabaja en la capital estadounidense para el sector privado aeroespacial y de defensa, se distingue por desarrollar un sistema de proceso de datos muy versátil, de reducido tamaño y consumo, y alta capacidad de procesamiento.
“El sistema que yo hice controla esos instrumentos, recoge sus datos, los procesa y se los envía al ordenador de a bordo que a su vez está conectado a la Estación Espacial Internacional”, detalla Guzmán.
Como diseñador del sistema de proceso de datos, Guzmán también estuvo involucrado en la NASA en un proyecto complementario para el estudio de estos fenómenos climatológicos, el “FireFly”.
En este caso, la Agencia Espacial estadounidense diseñó un satélite, conocido como “cubesat” por su pequeño tamaño de 10 por 10 centímetros, capaz de orbitar alrededor de la Tierra y obtener también así los datos relacionados con los TGF en los que están interesados los científicos.
Aunque el “FireFly” aun está por lanzar, la “Firestation” ya comenzó a principios del mes pasado a recopilar información y se espera que observe hasta 50 impactos de rayo por día, y al menos un TGF cada pocas horas.
Los científicos aún no han descubierto qué tipos de rayos producen estos flujos de radiación tan potentes, pero es un misterio que la “Firestation”, con la ayuda del Dr. Guzmán, podría resolver. EFE