La corrupción administrativa, llamada también “de cuellos blancos”, está en la mira del gobierno cubano desde la asunción oficial del presidente Raúl Castro, quien promovió la creación de un ente como la Contraloría General de la República para destapar y prevenir actuaciones dolosas de funcionarios estatales.
José Jasán Nieves / RNW
Desde entonces han trascendido esporádicas noticias sobre actuaciones judiciales o de la propia Contraloría, como por ejemplo las recién aprobadas normas para organizar el destino de los bienes incautados por delitos de corrupción, el involucramiento de los sindicatos en las denuncias como llamados del órgano controlador y en encuentro de Contralores que tuvo lugar en La Habana procedentes de varios países con el fin de intercambiar experiencias y adquirir mejores herramientas frente a la corrupción.
Todas estas iniciativas y despliegues mediáticos hablan también a los muchos cubanos preocupados por terminar como país convertidos en un páramo de corruptos, tal como lo advierte desde el 2010 el académico Esteban Morales.
“La corrupción es una enfermedad social, altamente contagiosa, que nadie ha resuelto hasta ahora, por lo que debemos evitar que se propague, como irremediablemente ha ocurrido en otros lugares”, alerta Morales.
¿Corrupto yo?
Antonio ha estado tres veces a punto de ser encauzado en los tribunales. Como administrador de comercios estatales ha debido salir con urgencia de tres empleos diferentes, al detectársele problemas con la contabilidad. Pero aun así, Antonio continúa trabajando en cafeterías y tiendas de administración pública, ahora como simple bodeguero.
“Los salarios no alcanzan para comprar comida. Yo no creo que sea corrupto”, explica sin pudor en la trastienda del mercado donde entrada la tarde sigue la cola para llevarse el arroz, el azúcar y lo cada vez más poco que viene por la “libreta de abastecimientos” (un mecanismo de distribución igualitaria de alimentos subsidiados con más de 40 años de existencia).
Antonio es un cubano que practica la “lucha”, un mecanismo de supervivencia diaria que sobrepasa por casi todos los bordes el marco de la legalidad, según lo cree el abogado Eloy Viera Cañive.
“Evidentemente somos un país de eufemismos. Lo que siempre fue robar, hoy es “resolver” y esa es la muestra fundamental de la entronización de la corrupción en la vida diaria”, apunta Eloy, y agrega: “Si lo miramos desde puntos de vista estrictos, casi ningún cubano escapa a ser corrupto; por eso mismo, aunque éticamente no es correcta, la corrupción resulta socialmente aceptada cada vez más.” Escuche el programa radial “¿Corrupcio yo? El caso cubano”.
Del Cabo de San Antonio a la Punta de Maisí
Aunque la gastronomía gerenciada por entes públicos es el referente más común, una esfera aparentemente tan distante como las artes y su comercialización, mayoritariamente supervisadas por instituciones del Estado, ofrecen el caldo de cultivo ideal para generar corrupción, de acuerdo con el historiador Orlando García, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en la provincia de Cienfuegos.
“Muchos artistas ya son capaces de proponerle a los programadores el pago de una comisión para que les faciliten jugosos contratos o entregar sobornos para que los emitan en los monopólicos espacios de la televisión y la radio nacionales. La gente sabe que si logras entrar al sector y montarte en los circuitos creados de corrupción, avanzas”, explica.
Ante tal variedad de espacios donde la corrupción supera el mero acto de sobrevivir, el propio presidente reconoció a este flagelo como el verdadero factor desestabilizante del sistema.
“Hay que pasar de las palabras a los hechos”, dijo reafirmando en un pleno del comité central del Partido Comunista en diciembre de 2011 las aseveraciones que a Morales le costaron sanciones meses atrás. “La batalla contra el delito y la corrupción no admite más contemplaciones”, insistió
El primer mandato de Raúl se caracterizó por la instauración de causas penales contra ministros y viceministros implicados en delitos y por la creación de la Contraloría. Aunque su efectividad no debe ser magnificada, cree el abogado Eloy.
“Un axioma en derecho dice que mayor represión no implica disminución, sino contención momentánea. La Contraloría puede contener, pero no es la solución del problema porque hemos visto en los últimos años que donde se destapan fenómenos graves llega un momento de calma, pero luego se destapa otro fenómeno en otro lugar”, explica.
En una sociedad donde no todos los valores se han disuelto, la satisfacción de las necesidades económicas podría minimizar los hechos de corrupción, cree Carlos Alfonso, otro abogado que ha debido defender a varios encartados en delitos económicos.
“En Cuba muy poco se le puede achacar a la Fiscalía y los Tribunales en cuanto a implicaciones en la corrupción y eso lo han logrado, en gran medida, porque le triplicaron el salario a sus miembros en menos de un año”, revela Eloy Viera Cañive.
El trasfondo moral también se toca al comparecer por actos de corrupción, afirma la jueza Danay Guerra Cosme, presidenta del tribunal municipal de Cruces, en la provincia de Cienfuegos, quien siente que todavía hay espacio para apelar a la dignidad y la ética en procesos de este tipo.
“No obstante, hoy es difícil conseguir testigos para esos procesos, porque las personas le huyen a exponer públicamente lo que saben de esas prácticas”, confiesa Danay.
A la vista solo la corrupción de bagatela
“Lo que vemos hoy no son solo delitos económicos, sino también ejercicios de abuso de poder de funcionarios que reciben dádivas para beneficiar a alguien desde su posición”, insiste el abogado Eloy.
Por esa razón cree que la persecución notada en los últimos tiempos debería llegar más lejos de lo que nombra como “corrupciones de bagatela”, por tratarse de desvíos de comida y combustibles, con solo algunos implicados. Y desde la prensa varias voces comparten tal exigencia de mayor profundidad.
“Cuando se hace un trabajo periodístico sobre la corrupción, ¿quién cae? El chofer que desvió la guagua, el dependiente que adulteró un precio o el lechero que le echó agua a la leche y no los responsables de actos más hondos”, comenta Darilys Reyes, periodista del semanario Cinco de Septiembre.
El peligro que semejante falta de reflejo de lo hecho termine en percepción de impunidad fue advertido por el premio nacional de Periodismo Omar George, en su intervención ante el noveno congreso de los periodistas oficiales.
Muchas de las medidas adoptadas contra los corruptos quedan a expensas del rumor y de sus imprevisibles interpretaciones porque no se publican, lo que da pie a que muchos sigan asociando el fenómeno al secretismo, a la falta de transparencia, a algo de lo que no se habla “porque no conviene” y lo peor: queda en el ambiente como una sospecha de encubrimiento y de impunidad”, señaló entonces.
Algo que reafirma en persona: “Se impone que la ciudadanía vea que el país se mueve, actúa contra la corrupción y los corruptos y que ningún hecho de esta índole queda impune. En la medida en que trasciendan las actuaciones a toda la sociedad se consolidará más la conciencia de que esta es una mala semilla que si se deja crecer en su seno terminará por destruirla”.
Aunque por el momento ni sus deseos están satisfechos ni las causas y la distribución del poder que en Cuba facilitan apropiaciones de recursos y abusos de poder han experimentado verdaderas transformaciones. Se notan las manchas en los cuellos blancos, pero no alcanza el detergente para limpiarlos