La dignidad humana se desfigura en Cambalache

La dignidad humana se desfigura en Cambalache

El vertedero de Cambalache en el estado Bolívar arde desde hace semanas. El humo se puede ver a kilómetros de distancia, pese a esto las autoridades no han anunciado medidas ni se han evidenciado acciones para mitigar el fuego que consume la basura, publica Correo del Caroní.

Correo del Caroní

El ministro del Ambiente, Miguel Rodríguez, estuvo de visita en Guayana en el marco de la Gran Misión Vivienda Venezuela la semana pasada (GMVV) y no pisó, al menos oficialmente, el lugar.





Al respecto declaró que siguen los estudios de impacto ambiental y “próximamente” detallarán la fecha de clausura y saneamiento del lugar, así como la ubicación del nuevo relleno sanitario que sí cumplirá con toda la normativa vigente en la materia.

El botadero de Cambalache está funcionando desde 1985 y a partir de 1999 se considera colapsado, cosa innumerablemente reseñada en los medios de comunicación locales y nacionales. Han pasado 14 años y muchas promesas alrededor de la posibilidad de su clausura han ido y venido. Ninguna se ha concretado.

La última fue la anunciada por el presidente Nicolás Maduro, el pasado 28 de mayo cuando visitó Guayana en el marco del programa Gobierno de Eficiencia en la Calle.

Habitantes de la comunidad de Cambalache y el resto de los guayaneses siguen esperando que esta se concrete para respirar mejor, mientras tanto las palabras del presidente y los funcionarios son sólo eso, palabras que no se han convertido en hechos.

La ubicación del nuevo relleno es todo un misterio. El Ministerio del Ambiente ha informado que el lugar se mantiene en secreto para evitar posibles invasiones, siempre asegurando que el proyecto está “casi listo” y sólo a falta de detalles sobre los cuales están trabajando.

Al problema ambiental, que no es exclusivo de Guayana, sino una parte de lo que ocurre a nivel nacional y ha sido documentado por las ONG como Vitalis y la Red ARA, se le suma el drama social. Cientos de personas, incluidos niños e indígenas de la etnia Warao conviven entre la basura y de ella sacan el sustento para mantenerse.