La inminencia de este nuevo proceso electoral dentro de la pantomima de la fiesta democrática y la verdadera participación que predica el gobierno, encuentra a una población que abraza el “palo encebao” de la oposición desmotivada y desmovilizada, aturdida por las profunda desconfianza en el árbitro electoral, que se ha sembrado desde hace mucho, llegado al clímax con las elecciones presidenciales pasadas.
Si bien la “unidad” ha calado, al punto que quienes se atreven a criticar sin desconocer sus ventajas y trascendencia son inmediatamente acusados de hacer el juego al gobierno, no es menos cierto, que no existe una visión contundente de lo local o una propuesta que motive para salir a votar en las próximas elecciones municipales.
Las elecciones del 8D son un plebiscito, se pregona.
Es la estrategia inmediatista, desesperada de una dirigencia opositora que busca, a todas luces de forma legítima, una vía electoral que desmorone las bases de sustentación endebles de un gobierno que se subió en ellas sin hacer cálculos de estructura y resistencia, y sobre las cuales sigue montando un insoportable peso agobiante derivado de la crisis económica y financiera, incapaz de manejar por abulia e incompetencia; o quizás, como política de Estado para imponer el Estado Comunal.
Es el juego de cartas electoral de la oposición que busca la seguidilla de eventos democráticos (elecciones, referendo) centrados en el cambio del gobierno nacional.
No obstante, posiblemente desde el nicho romántico del municipalismo en el cual fuimos formados y de la creencia que “el municipio es la escuela de la democracia”, como lo expresaba Alexis de Tocqueville, somos partidarios que estas elecciones se fundamenten en la necesidad perentoria de salvar la institucional municipal frente al deseo nada oculto y expuesto desde el 2007 (recuerde amigo lector a Aristóbulo Istúriz) de destruir la concepción democrática del municipio para dar paso a la comuna como epicentro del autoritarismo unipersonal y centralista del Presidente de la Republica.
Las elecciones deben centrarse más en derribar el escenario de convidados espectadores de un sistema colectivista que enajena los derechos fundamentales que como ciudadanos nos corresponde a favor de un derecho colectivo, que no es más que los derechos y prerrogativas de un partido único que gobierna, bajo el pretexto de un colectivo feliz y solidario que en su conceptuación plebiscitaria.
Al venezolano hay que hacerle volver al Municipio, “a la raíz de la República, esencia de su futuro vigor independiente que en el Cabildo se gesta”, como lo resumió extraordinariamente Mario Briceño Iragorri”.
En estas elecciones el ciudadano debe luchar por no dejarse quitar el espacio natural de la solución de sus problemas del día a día, la vía institucional expedita para logar respuesta a sus inquietudes y reclamos.
Hay que arrancar de la vista del venezolano el viejo esbozo, que afinca y restriega en la actualidad el oficialismo comunal, que el municipio es “una institución desprestigiada, agobiada por el centralismo, utilizada por los partidos políticos y sumida en una grave crisis de representación y de participación” (Brewer Carías).
La confianza, respeto y conocimiento de la institución municipal es la única forma de enfrentar con éxito el centralismo que aborrece la institución municipal y, por tanto, confina al ciudadano a la sola participación electoral y lo subordina a un sistema de dádivas sociales, esencial de un régimen de servidumbre estatal, mediante una maltrecha política presupuestaria redistributiva y “pago de la deuda social”, que no es más que una nueva manifestación más alienante y perversa de clientelismo político excluyente.
El centralismo como expresión de debilitamiento de los estados y municipios, que describe adecuadamente la actuación del gobierno nacional y su afán por destruir la institucional municipal, busca debilitar su estructura, hacer más complejo la gestión de los asuntos propias de cada localidad, haciendo artificiosamente necesaria la asunción por parte del Ejecutivo Nacional de muchos servicios y actividades que son propias e inherentes al municipio.
Los partidos políticos deben incentivar el municipalismo como expresión del conocimiento, estudio y propuestas de lo local; lo cual le sirve para su enraizamiento en la población y fortalecimiento en la lucha democrática.
La cercanía de las elecciones del 8D es la justificación perfecta para que más allá del proceso comicial, se construya a partir de lo local, una fuerza de choque pacífica y democrática contra el avance del Estado Comunal; un batallón de ciudadanos que lidere su comunidad en la exigencia de eficiencia y eficacia en la prestación de servicios en beneficio de ese colectivo.
No es lo mismo un partido y otras sociedades parciales en las que los ciudadanos se agrupan por intereses o afinidad luchando como fuerza nacional –la más de las veces con acción palpable solo en las grandes ciudades- contra un gobierno omnipresente que monopoliza instituciones, medios y recursos, que un estructura organizativa de esas sociedades y partidos destinadas a enfrentar “en” y “desde” los más de 340 municipios existentes en el país la arremetida antidemocrática.
La municipalización será el “caballo de Troya” en la presión democrática desde la periferia hacia el centro del poder desde aquellas zonas apartadas y recóndita de la geografía nacional, donde ni siquiera, en muchos casos, llega o se siente la acción efectiva del gobierno nacional.
La municipalización como expresión de la presencia organizada de los partidos y demás sociedades parciales, con líderes formados en las competencias locales, en la gestión de los asuntos municipales y con el respaldo de la institución a la que pertenece, es la mejor forma de conducir la lucha por la preservación de la democracia, de recatar las entidades locales presas de la tenazas de las que se vale el centralismo para asfixiarlas y demoler el Estado de Derecho plural.
De lo que se trata muchísimo más allá del “plebiscito del 8D” es, como lo alguien indicara, poner coto y fecha cierta de vencimiento a “la improvisación centralizante”, agregando nosotros, y derrotar la antidemocrática concepción del Estado Comunal.
No hay duda pues de la respuesta afirmativa al título de nuestro artículo, tomado de la obra de igual nombre de Jean de Savigny.
Los partidos y la MUD sabrán a su manera responderla. Ojala que la afirmación este acompañada de una pronta acción con cara al 8D y allende a tal proceso comicial.
@NegroPalacios