Los autores del ¿Qué hacer? tropical se hacen un conjunto de reflexiones cuyo destinatario es el presidente Nicolás Maduro. El documento no tiene pérdida: el chavismo y sus herederos se creen portadores de una ética y moral superior.
Debo confesar que he leído con avidez algunos de los documentos publicados en Aporrea acerca del debate interno en las filas de la revolución acerca de la profunda crisis por la que atraviesa Venezuela. Uno especialmente interesante, tanto por la claridad con la que está escrito como por el papel de liderazgo que asume el exministro de Planificación del gobierno del presidente Hugo Chávez, Felipe Pérez Martí, es el llamado ¿Qué hacer?, en alusión al manifiesto político publicado por Lenin en 1902 y que trataba sobre los problemas “candentes del movimiento” . Fiel a su origen referencial histórico, los autores del ¿Qué hacer? tropical se hacen un conjunto de reflexiones cuyo destinatario es, en última instancia, el presidente Nicolás Maduro.
Lo primero que llama la atención es el reconocimiento descarnado de la profunda crisis económica del país. Cito parte del Resumen Ejecutivo de ¿Qué hacer?: “En este documento planteamos la necesidad de hacer cambios significativos en la política económica tendientes a avanzar la revolución en el terreno económico, luego de los avances hechos en materia política y social. Los cambios consisten en profundizar la revolución socialista. Los problemas que hay que solucionar tienen que ver con una inflación endémica y un aparato productivo que no ha respondido a los estímulos de gasto público, mientras se ha profundizado la dependencia rentística del petróleo. Pueden ser caracterizados por una inflación por encima de mil puntos porcentuales en los 14 años de gobierno, con el precio de los alimenticios subiendo 1.760%, siendo la cifra más alta de toda Latinoamérica, con signos claros de aceleración, pues la inflación de mayo llegó a 6%, más alta en un mes que la de todo el año en Latinoamérica.
La producción solo ha crecido en 10%, la más baja de la región, excepto Haití. El índice de industrialización siguió bajando en nuestro gobierno, situándose en 13,9% el año pasado, cuando había llegado a 20% en 1986, y las exportaciones no petroleras pasaron de ser, de 40% del total, a solo el 4% en 14 años. La situación fiscal es grave, llegando a 15% del PIB, con problemas para financiar los gastos sociales, con una situación de producción petrolera muy problemática, a pesar de los altos precios petroleros, y se ha recurrido a la emisión de dinero del BCV para financiarla”.
El Resumen Ejecutivo continúa evaluando el origen de la situación: “Las causas de la situación tienen que ver con el aumento del tamaño del Estado centralizado heredado de la Cuarta República, que no pudiendo transformarse desde arriba, ha absorbido en su corrupción buena parte de nuestra gestión, bien intencionada.
Además, el gasto social y el estímulo productivo se han convertido en inflación, y no en producción, en presencia de un régimen cambiario y unas políticas de importación que han perjudicado el desarrollo productivo, sobre todo por la emisión de papel moneda por parte del Banco Central”.
Y termina proponiendo un conjunto de medidas inmediatas, entre las cuales destaco solamente el encabezado de la sección: “Decretar una Emergencia Nacional del Poder Popular, con un Comando llamado Golpe de Timón, liderado por un Vicepresidente de Asuntos Sociopolíticos, que debe ser el ministro de las Comunas. En el Comando deben estar todos los ministerios que tienen que ver con las misiones”.
Uno no puede sino maravillarse frente al candor revolucionario que exuda el análisis del equipo redactor, quienes por cierto asumen una autoría colectiva preocupados por la intolerancia y la persecución dentro de las filas revolucionarias, al escribir lo que escriben y simultáneamente aseverar que la cura del mal es profundizar las raíces del mal que ha producido este desastre. El Poder Comunal y las Milicias Populares son probablemente las instancias más acabadas de desconocimiento de la Constitución Nacional y es lo que se esgrime como la piedra angular de la solución para acabar con la corrupción y salir de la gravísima crisis que agobia al pueblo venezolano.
En un sentido muy profundo el ¿Qué hacer? tropical es un verdadero ornitorrinco ideológico y político. Por un lado, sus autores se atribuyen una “bien intencionada” gestión y, abogan por la profundización de la revolución y el poder popular a pesar del desastre que 15 años de gobierno chavista han traído al país, y, por el otro se expresan a favor del mantenimiento de ciertas licencias democráticas “burguesas”, como proponer que se nombre a un nuevo presidente y directorio del BCV que cuenten con el consenso de todos los miembros de la AN; esto es, incluyendo a los odiados apátridas y traidores que en la jerga revolucionaria componen las filas del movimiento democrático de resistencia.
El documento verdaderamente no tiene pérdida en cuanto a ilustrar hasta qué punto el chavismo y sus herederos se creen verdaderamente portadores de una especie de posición ética y moral superior, a la par que se asumen como los verdaderos representantes del pueblo. Paradójicamente, uno casi se tiene que contentar por la existencia de grupos como ¿Qué hacer? al contrastar sus planteamientos con los de los grupos más atrasados del “proceso” que tildan de fascistas y quinta columna al grupo de Pérez Martí y compañía. Ello, sin mencionar a los sectores abiertamente comprometidos con la corrupción roja, rojita.
Cuidado deben tener muchos sectores de la oposición en alegrarse o compartir el Golpe de Timón que sugieren Pérez Martí y la gente de ¿Qué hacer? Si cabe, en lenguaje coloquial, podríamos saltar de Guatemala a Guatepeor en todo lo que tiene que ver con democracia y libertad a pesar de la visión económica más racional y realista de sus integrantes.