Michelle Bachelet, de 62 años, tiene varios récords en su haber. Fue la primera ministra de Defensa de Chile, la primera presidenta de la República y la primera directora de ONU Mujeres.
Ahora va a por más y aspira a dirigir nuevamente su país tras las elecciones del 17 de noviembre.
De momento, los astros y los números le son favorables porque goza de una casi imbatible popularidad entre la población, que le ha permitido encabezar todas las encuestas de opinión, varias de las cuales ya predicen su triunfo en primera vuelta.
Pero aunque cuente con un respaldo que muchos califican como “irracional” y que comparan con una suerte de “enamoramiento”, el Chile que gobernará si logra ser elegida de nuevo no será precisamente “un lecho de rosas”.
Al igual que en otros países, los últimos años Chile ha comenzado a mostrar progresivos signos de descontento social con el sistema económico neoliberal que en las últimas décadas era considerado símbolo de crecimiento y estabilidad en la región.
El programa de Bachelet ha asumido parte de esas reivindicaciones y promete “educación gratuita y de calidad”, una reforma de la Constitución heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y un alza del 20 al 25 por ciento en los tributos de las empresas.
Las propuestas de la expresidenta, apoyada por la misma coalición de centroizquierda con la que gobernó de 2006 a 2010 a la que ahora se ha sumado el Partido Comunista, han sido duramente criticadas por el Gobierno del derechista Sebastián Piñera y por la candidata oficialista, la exministra de Trabajo Evelyn Matthei.
Expertos auguran que la economía chilena, que ha crecido del 4,5 al 5 por ciento los últimos cuatro años con bajos índices de desempleo e inflación, recortará su expansión, y que las inversiones privadas se volverán esquivas ante un posible cambio en las reglas del juego económico.
Pero Bachelet no se inmuta. Ella asegura que su programa es “serio y responsable” y que si el país que dejó cuando entregó la banda presidencial para asumir su cargo en Nueva York ya no es el mismo, ella tampoco.
“Dentro de mi algo cambió. Ya fui presidenta y eso te da una parada distinta, un mirar las cosas que no va a ser nunca igual que antes”, declaró en una entrevista poco después de retornar a Chile, en marzo pasado al abandonar ONU Mujeres (2010-2013).
Cercanos a la candidata de la Nueva Mayoría reconocen que esta Michelle Bachelet “no es la misma” que una vez se hizo conocida por su sonrisa fácil, su espontaneidad y su capacidad de ponerse en los zapatos del chileno común y corriente.
“Lo que está claro es que no es la misma que asumió la primera candidatura”, dice una fuente allegada a la expresidenta.
No sería la primera vez que Bachelet cambia de piel. La vida la ha situado frecuentemente ante transformaciones abruptas, como la de afrontar siendo joven la violenta muerte de su padre, Alberto Bachelet, un general leal al presidente Salvador Allende que fue detenido y torturado por sus compañeros de armas tras el golpe militar de 1973.
Luego vino su propia detención y tortura, junto a su madre, Ángela Jeria, y años de exilio, primero en Australia y luego en la entonces República Democrática Alemana.
Tras su retorno al país, en 1979, logró el título de médica y comenzó a trabajar por el retorno a la democracia, pero siempre desde una segunda línea.
Nada entonces la hacía imaginar que se convertiría en la primera presidenta de Chile, como así fue en la segunda vuelta de las elecciones de enero de 2006 con casi siete puntos porcentuales de ventaja sobre Sebastián Piñera.
Hoy, es todo lo contrario.
Aunque ha dicho que “hubiera preferido un recambio generacional” y no volver a competir por La Moneda, se muestra segura frente a los desafíos que debe asumir, rodeada por un estrecho y hermético círculo de colaboradores que la respalda en su decisión de hablar lo justo y necesario, por mucho que sus detractores critiquen sus a veces prolongados silencios.
“Hemos definido claramente las fuentes de financiación para ir haciendo de Chile un país menos desigual, que no sólo sea justo social y políticamente, sino incluso económicamente, haciendo que haya más competencia y más capacidades”, manifiesta la candidata de la oposición.
“Yo sé lo que se puede y lo que no se puede, lo que funciona y lo que no funciona”, añade Bachelet. EFE