Mientras buena parte del este de Caracas –la zona de clase media de la capital venezolana- sigue estremecida por la oleada de compras compulsivas y tomas de comercios ordenada por el gobierno del presidente Nicolás Maduro, al menos hay unos vecinos que cada día parecen aclimatarse mejor: se trata de las hijas y familiares políticos del fallecido líder de la revolución bolivariana, Hugo Chávez, instalados en la residencia presidencial de La Casona.
Ewald Scharfenberg / El País
La Casona es una mansión de estilo colonial que sirvió de casa grande a una vieja hacienda azucarera. La expansión hacia el este de Caracas, avivada por el boom petrolero de mediados del siglo XX, la dejó encajonada entre dos barrios de clase media, La Carlota y Santa Cecilia. Pero la metástasis urbana no hizo mella en la vegetación y el aire bucólico del sitio, uno de los pocos testimonios que quedaron de lo que fue un feraz valle agrícola.
En 1963, el socialdemócrata Raúl Leoni la adquirió para convertirla en el hogar de las familias presidenciales. Desde entonces, cada administración dejó su sello de mejor o peor gusto en la venerable casa, mientras el mandatario en funciones siguió siempre despachando desde el Palacio de Miraflores, una obra de fines del siglo XIX en el centro de Caracas.
Pero Hugo Chávez nunca pareció cómodo en La Casona. A inicios de su gestión de casi 14 años, ofreció convertirla en un hospedaje para niños pobres de la calle. Vivió allí, entre tanto y hasta que se divorció en 2004 de Marisabel Rodríguez, su segunda esposa. A partir de esa fecha, prefirió guarecerse en el Fuerte Tiuna, el principal cuartel militar de Venezuela, al suroeste de Caracas.
Sin embargo, con la muerte del caudillo revolucionario, en marzo de este año, sus hijos del primer matrimonio -Hugo Jr, Rosa Virginia y María Gabriela, de cuya herencia y condición financiera se desconocen los detalles- parecieron quedar en otra orfandad, la política. Aunque la normativa vigente preveía que, al asumir como presidente el 19 de abril pasado, Nicolás Maduro y su familia debían empezar a vivir en La Casona, una providencia clandestina y de dudosa legalidad convirtió a los hijos del primer matrimonio de Chávez en unos okupas de lujo.
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