La educación sexual es uno de los pilares más débiles de nuestra sociedad, básicamente aprendemos de anatomía en la escuela, y a desenvolvernos emocional y sexualmente a partir de atavismos que repitimos generación tras generación en nuestras familias. El descubrimiento de nuestro cuerpo y de la sexualidad resultan ser una carga difícil de superar e integrar en la adolesencia y conforme avanzamos a la vida adulta, debemos revalorar todas las cuestiones que aprendimos por deducción propia o por mitos que compartimos con las personas con las que tuvimos la mínima y escueta confianza de platicar.
Nos es necesario cambiar la narrativa de nuestra sexualidad, sobretodo en Latinoamerica, donde sigue existiendo tanta desinformación, verguenza o culpa que nos lleva a cometer muchos errores en cuanto a protección o errores en nuestras relaciones personales. Uno de los objetivos de Avantsex es éste: El hablar frontal y estéticamente de los tabúes para transformar nuestra conciencia sobre la sexualidad y tal vez, cambiar nuestra aproximación hacia el sexo para romper con las barreras culturales y poder ser más libres al expresarnos como sociedad.
A continuación se enlistan 5 de las lecciones más elementales que propondríamos para una clase de Educación Sexual 1.0:
1. El sexo es más que biología.
La educación sexual, tal como la conocemos hoy en día, es más o menos un diagrama de nuestra confección biológica y del comportamiento reproductivo humano. Es un mapa de las rutas de fluidos corporales, es decir, una clase de anatomía glorificada, con un mensaje final: “ah si, no olviden usar protección”.
Parte de ésta información es útil. Es necesario saber cómo se pueden producir infecciones, cómo funciona el embarazo y, por supuesto, como se realiza el coito (parece que a nadie nos gusta ésta palabra). Los seres humanos somos criaturas que experimentamos la sexualidad de una manera única. Nos equivocamos y nos dañamos de formas totalmente elaboradas cuando llevamos una vida sexual activa (ya sea individualmente o en pareja).
Esto es porque para los humanos la actividad sexual es más que un mero impulso biológico, tiene significación psicológica y significación social. Nos dañamos por placer. Nos equivocamos en la recreación. Nos dañamos por pasión. Nos equivocamos por venganza. Dañamos a gente buena, gente mala, amigos, enemigos, personas atractivas y personas no tan atractivas. Nos equivocamos porque estamos contentos o porque estamos tristes. Nos dañamos porque estamos aburridos. Nos equivocamos porque nos sentimos solos. Nos dañamos porque estamos enamorados. Y sí, también nos equivocamos al procrear. Aunque en nuestro mundo, es raro tener la reproducción como la principal motivación.
La educación sexual debe explicar las razones recreativas, sociales y emocionales para el sexo y también sus consecuencias. Se debe discutir el significado interpersonal de las relaciones sexuales, fijar expectativas y límites claros, comunicación de deseos, lidiar con sentimientos de vergüenza e incomodidad, y por supuesto, enseñarnos a ser responsables con la protección, la intimidad y la privacidad.
2. El sexo no es un reflejo de tu valor como persona.
Pero para llegar a este concepto, el sexo debe ser retirado de su pedestal como una insignia de honor o vergüenza en nuestra cultura. Mientras los hombres sean avergonzados por no tener éxito con las mujeres, y las mujeres sean avergonzadas por tener sexo con demasiada frecuencia, consecuentemente, los hombres seguirán teniendo un incentivo para manipular a las mujeres en situaciones en las que el consentimiento es ambiguo y las mujeres seguirán teniendo incentivos para manipular a los hombres en situaciones donde se sienten indignos o incapaces.
Nadie gana en este acuerdo. Todo el mundo se siente frustrado. La gente miente. Algunas personas son abusadas sexualmente. Y no es coincidencia que la violencia sexual y el divorcio son más altos en los países en que esta cultura de la vergüenza sexual persiste. Cuando tu valor como ser humano es juzgado por ti mismo o socialmente en base a la cantidad de sexo que tienes o que no tienes, entonces es fácil justificar el decir y/o hacer algunas cosas que, podrían calificar de moralmente cuestionables, a personas del sexo opuesto para conseguir lo que quieres.
3. Las diferencias en orientación sexual son naturales.
Esto resulta bastante obvio para algunos, pero, vale la pena repetirlo para cualquiera que siga viviendo en 1949. La homosexualidad es natural y no tiene nada de inmoral, y bajo el mismo espectro, no tiene nada de inmoral experimentar con ella.
Ahora sabemos que la homosexualidad está probablemente relacionada con las hormonas prenatales y posiblemente puede tener algún tipo de premisa genética. Es natural. Se ha visto en todo el reino animal y en la naturaleza. Ha sido registrada en toda la historia humana y en distintas culturas.
El concepto de orientación sexual en sí es una invención relativamente reciente de la cultura occidental. La orientación sexual es un espectro y la gente puede oscilar a través de ese espectro cuantas veces quiera en el transcurso de sus vidas.
Y como sucede con frecuencia, los estudios psicológicos recientes han demostrado lo que era bastante obvio para el resto de nosotros: que los hombres homofóbicos reprimen su propia excitación ante estímulos homoeróticos. Desde Freud y Jung lo sabemos muy bien, lo que no nos gusta en los demás es lo que nos da vergüenza de nosotros mismos.
4. Las mujeres y los hombres experimentamos el sexo de diferente manera.
Las mujeres y los hombres tienen diferencias innatas en cómo experimentan su sexualidad y estas diferencias, a pesar de que existen, en realidad no significan nada.
Sabemos que los hombres y las mujeres son diferentes. Lo sabemos por una amplia gama de estudios neurológicos y psicológicos. Lo sabemos por la primatología y el dimorfismo evidente de nuestra especie. Y lo sabemos por los relatos subjetivos de las personas transexuales que toman hormonas para cambiar de endocrinología.
Lo que se nos debe enseñar es cómo difieren nuestros impulsos sexuales, cómo las mujeres son sexualmente más fluidas en sus deseos y tienden psicológicamente por la elección monogámica, y cómo el estímulo sexual de los hombres se centra en lo visual y en promedio (en todas las poblaciones, en todas las culturas, y en personas transexuales de mujer a hombre) quieren tener sexo con más frecuencia y con una mayor variedad de parejas. No hay nada intrínsecamente bueno o malo con estas diferencias y no son una justificación moral para comportamientos poco éticos.
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