Ya lo tenían planificado y fueron calculadores y pacientes. Leonelis López López, de 33 años, bebió licor con sus, presuntos, asesinos desde las 6.00 de la tarde del viernes y fue ayer a las 8.00 de la mañana cuando uno de ellos le disparó un balazo en la frente bajo el engaño de un secreto. Su mujer, que atendió a los invitados, encontró el cuerpo de su marido después de escuchar la detonación, según reseña el diario La Verdad
El crimen ocurrió en la calle 83 del barrio La Lechuga, parroquia Francisco Eugenio Bustamantes. Mientras su hermano lloraba el cuerpo, en el frente de la casa dos niños de tres y cinco años, aproximadamente, unieron su llanto al de los adultos. No entendían que era de su padre el cadáver que yacía en medio de la carretera de arena y que fue tapado por los vecinos con una sábana roja, más movidos por el estupor que por el dolor de la muerte ajena. Sus allegados, luego, trataron de cubrirlo del sol con un paraguas rosado.
El menor de los niños se quitó unas botas plásticas y la puso junto a los pies de su hermano, pero el niño contemplaba a su madre, Eliana, mientras lloraba a gritos en los hombros de las vecinas y él, una vez más, rompía a llorar. La mujer no se concentraba y trató de rememorar: Leonelis y ella estaban separados pero el viernes, cuando fue a visitar a sus hijos, se quedó con tres amigos tomando licor. La fiesta se extendió hasta la mañana y cuando Eliana despertó, vio a los cuatro hombres sentados bajo la sombra de un árbol. Solo conocía a su esposo, así que no se preocupó en intimar con ninguno de los visitantes.
Unos minutos después, a eso de las 8.00 de la mañana, salió de golpe cuando escuchó una detonación. Al salir vio el cadáver de López en el medio de la calle y apenas algunos vecinos averiguando por las ventanas. Fue cuando gritó y llamó por teléfono a los familiares de la víctima. El hombre tenía un balazo en la frente.
Poco después llegó Wilmara López, madre del muchacho, más serena de lo esperado por los curiosos. Casi no lloraba y explicó tranquila que poco antes de las 8.00 de la mañana lo había llamado por teléfono. Él le dijo que no iría a su trabajo, como chofer de la ruta Curva-Rotaria, y que descansaría para salir por la tarde. Minutos después recibió la llamada de Eliana.
Al llegar recordó cuando el menor de sus hijos se quitó la vida, hace tres años. Solo le queda su hijo mayor, un oficial de la Policía de San Francisco, que no hallaba consuelo al ver el cuerpo de su hermano bajo el sol y sobre la carretera nunca asfaltada. Luego apretó el puño, frunció el ceño y se montó en una patrulla. Minutos después los presentes aseguraron que ya estaban por ubicar a los asesinos. La Verdad