Partimos del hecho incontrovertible que las elecciones municipales motiva un menor porcentaje de electores que las presidenciales y regionales. No obstante el que haya votado el 59% de los votantes es ya de por sí un logro digno de destacar, pues estamos hablando de una mayoría consciente de su deber ciudadano que constituye sin duda un voto duro en ambos lados del espectro político.
La realidad confirma que tanto el liderazgo de Maduro como el de Capriles representan a cabalidad dos modalidades muy bien diferenciadas. El liderazgo oficialista se ha fundamentado en un populismo que en cierto modo denigra la persona pues mata su iniciativa y emprendimiento, mientras que el liderazgo opositor carente de recursos financieros se ha visto forzado a apelar al deber ciudadano para combatir el soborno de los sectores más necesitados.
Mientras la renta petrolera de cientos de millardos de dólares pueda ser manejada de forma discrecional sin controles el oficialismo podrá continuar con su modelo. Bástele mantener sometidos a los otros poderes, la Contraloría y la Fiscalía.
La oposición sí está obligada a revisar su estrategia. Tiene que salirse de los ghettos de clase media y buscar mecanismos de conexión con las clases populares, tal como lo ha hecho el alcalde Ocaríz en Petare. Si no cambia rumbo podrá decir a los cuatro vientos que el país está dividido en dos bloques pero su parte seguirá siendo insuficiente para alzarse en el futuro con el poder presidencial.
Juan Antonio Muller
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