El principal lugar común con respecto al 8D es que el país, como ya lo habíamos anticipado en nuestro artículo de aquella mañana, sigue dividido en dos bloques, de igual importancia política. En este sentido, apartando los malabares verbales y numéricos con los que cada grupo pretende darse por vencedor, no hubo en realidad un “bando ganador”, por mucho que nos pese.
Pondré entonces sobre el tapete algunos temas. Lo haré, por razones de espacio, en dos entregas semanales consecutivas, y uno a uno, incluyendo mis opiniones sobre los mismos, sin pretensiones por supuesto de que éstas sean tenidas por “verdades absolutas”, para pensar en ellos, de ahora en adelante, como corresponde. Creo que esto es vital para nuestra nación.
La abstención
La abstención que se dio, para algunos “normal” en eventos electorales de este tipo, en un país con los problemas que tiene el nuestro, es francamente vergonzosa. No estamos en un país “normal”, así que lo que aplica para la normalidad no puede tenerse por válido en la excepcionalidad. Lo que haya sido el “histórico de participación” en elecciones municipales no tiene por qué, ni debe, mantenerse ni aceptarse como regla inmutable. Si como están las cosas aún no hemos sabido motivar a la ciudadanía para que vote, estamos mucho peor de lo que pensamos. Los maduristas se quejan, lean Aporrea si lo dudan, de que aún con todos los incentivos populistas de los que se ha abusado en los últimos dos meses, la gente “revolucionaria” se mostró muy apática, bajando mucho los votos desde las presidenciales. Los opositores cuestionan que todavía sufriendo los terribles índices de inseguridad, inflación, escasez y desempleo que padecemos, aún haya quien se atreva a dejar en manos de los demás la decisión de su destino político. La abstención es, así las cosas, un puñal que corta por los dos lados ¿Qué nos ocurre entonces? Pues que por una parte seguimos siendo, duélale a quien le duela, un pueblo en general irresponsable y muy falto de conciencia política y cívica; y por la otra, que nuestros respectivos liderazgos, los cuales analizaré un poco más adelante, se empeñan desde hace décadas en que sólo la participación electoral es participación política, lo cual cansa y desmotiva, pues no es más que simple instrumentalización política, mero “uso” electoral de la ciudadanía, sin abrir en otros momentos espacios distintos de participación protagónica, o de formación política, como los que se deben abrir desde ahora, cuando nos enfrentamos a al menos dos años sin eventos electorales a la vista.
Hay algo más que merece ser destacado, como crítica al liderazgo opositor. Gran parte de la abstención opositora que se produjo, hay que aceptarlo, tiene que ver con la falta de coherencia entre lo que se afirmó que había ocurrido el 14A, y lo que se esperaba de los votantes el 8D. Creo que Capriles desde el 14A, ha hecho lo que se debe hacer, al menos desde el punto de vista simbólico y legal, que no material; pero también pienso que le faltó elaborar y trabajar argumentos más contundentes, no difusos sino simples y claros, para contrarrestar el desánimo y la desconfianza que la poderosa palabra “fraude” hizo calar en muchos opositores. No era tarea fácil, ni le correspondía sólo a Capriles, pero debíamos y aún debemos darnos a ella, a menos que queramos que siga siendo la Venezuela que no vota la que continúe marcándole la pauta (no nos engañemos, que es así) a la que sí vota.
El liderazgo madurista
Como dicen por ahí: “Se acabó lo que se daba”. El “portaaviones” era Chávez en vida, no su memoria ni mucho menos la “lealtad” que supuestamente se le debe. Según los analistas más serios, lo que en realidad salvó al madurismo de una grave crisis de legitimidad el 8D, y eso dice mucho de lo que somos en realidad como pueblo, fue su prodigalidad “robinhoodiana” reciente, pero no el decreto ilegal de ese día como el “Día de la Lealtad a Chávez”. Parafraseando a Luis Vicente León, el populismo se confirmó como “popular”, pero añado yo, la irrestricta entrega emocional, no racional, del pueblo “revolucionario” a su liderazgo ha mermado sensiblemente, y ya no implica lo que antes implicaba desde el punto de vista electoral. A la “aplanadora” se le acabó la gasolina. El carisma, le toca a Maduro aceptarlo, no se endosa ni se hereda.
La infame estrategia económica populista del oficialismo tuvo éxito, pero en contrapartida, fracasó rotundamente la de pretender colgar sus aspiraciones de hegemonía “aplastante” de los hombros de un ausente. Otro fracaso oficialista, igualmente estruendoso y confirmado además por la designación (“malperdedora” y nada respetuosa de la voluntad popular expresada en las urnas) de varios de ellos como “protectores” de tal o cual región, fue la selección previa, a dedo, de varios candidatos paracaidistas, novatos e improvisados, como “puntas de lanza” en zonas clave y de un elevado valor simbólico y político de nuestro país. El pueblo no “comió cuento”, y les hizo perder en la jugada mucho terreno en varias “joyas de la corona”.
El liderazgo opositor
Los líderes opositores también fallaron. Cayeron en la trampa de plantear la reciente lucha electoral como si fuese una lucha plebiscitaria. Se buscaba confirmar la ilegitimidad de Maduro, apuntalando con ello y por vía de consecuencia la legitimidad de Capriles como líder injustamente defenestrado, pero la estrategia, seamos claros, no funcionó. Esto fue así, en mi criterio, porque se trataba de una elección en la que el pueblo, que lidia directamente y día a día con sus alcaldes y concejales, conoce bien a sus liderazgos locales, sabe quién es quién, así que no era tan fácil promover candidaturas, aunque fuesen “unitarias”, cuando algunas de éstas, menester es reconocerlo, pese a haber sido electas en primarias no tenían más aval político que el de su exposición mediática y el de ser “de la unidad”, más no arraigo real ni trabajo previo “de calle” en las comunidades a las que representaban. Muchos creyeron que su cercanía con Capriles, que no otras virtudes más cotidianas y más a la mano del elector “de a pie”, sería la que les daría la victoria, tanto así que fueron incontables los candidatos opositores, a todos los niveles, que carentes de propuestas y de “pateo en la calle” previo, no hicieron más que mostrar su foto al lado de Capriles como carta de presentación. Algo muy similar, doloroso es decirlo pero ahí va, a lo que hicieron los oficialistas promocionándose bajo la “mirada” de Chávez.
La lectura es que si al oficialismo no le funcionó, en esta elección, plegarse al personalismo mesiánico, tampoco esto le sirvió a la oposición. El trabajo de ahora en adelante va mucho más allá de ser “pana” de la MUD, o de otros políticos de trayectoria, y ha de centrarse en la construcción seria de más liderazgos locales, desde abajo y cara a cara con la gente. Eso es lo que en verdad, está demostrado, marca la diferencia.
@HimiobSantome