Lamentablemente, desde hace décadas se vive en el país un gran estado de crisis. Muchos han dado distintas explicaciones a este fenómeno, atribuyéndoselo a problemas políticos, tales como la mala gestión de los gobiernos, el amiguismo, la corrupción; otros a problemas económicos como los precios del petróleo, el desempleo, e incluso otros, a problemas sociales tales como la delincuencia, la falta de salud pública o la falta de educación.
Cuando se ve que hay personas que matan por un par de zapatos o personas que le temen más a los funcionarios policiales que a los propios malandros o cuando se pasa por una urbanización y se ven las casas rodeadas por unas fortalezas de piedras que a su vez llevan encima cercados eléctricos o cuando hay más de diez personas viviendo en un rancho de menos de veinte metros cuadrados, con huecos en el techo y con peligro de que si llueve se puede caer; entonces cualquier persona podría decir que este país está sufriendo una enorme crisis.
Sin embargo, estoy convencido de que todos los problemas antes mencionados no son causas sino consecuencias de la verdadera crisis que azota al país. Venezuela está siendo fustigada por la peor de las crisis que puede existir en una sociedad y esa es la crisis de Valores.
En sí es una crisis generalizada que no deja al país progresar, que no permite que se lleve a cabo satisfactoriamente ningún proyecto político, ni ninguna idea emprendedora; ya que esta crisis de valores carcome el proyecto o la idea en todos los niveles, es decir, actúa como un cáncer que se va propagando rápidamente, infectando así las zonas sanas de la sociedad.
Hemos caído en el error de pensar, nada más, en nuestro propio bienestar, y así el valor del ser humano ha bajado de categoría o de precio en comparación al valor de los bienes materiales. A mucha gente le importa más su carro, que aquellos que viven a menos de cinco minutos de su casa que no tienen ni para comer. A otros les importan más sus mascotas, gastan miles de bolívares mensuales en cuidar, alimentar, curar, entrenar y hasta para divertir a sus perros, gatos, loros y cualquier cantidad de especies no humanas que consideran más importantes que los propios seres humanos.
Además, vemos y aceptamos cómo se nos proponen íconos humanos que son antihumanos, que no profesan la vida, sino la muerte; que no construyen, sino destruyen; que no engendran valores sino antivalores; como es el caso de Fidel Castro, de George Bush, de Madona, de Bob Marley, de Maradona, ente muchos otros.
Sin embargo, si bien es cierto que los antivalores han ganado terreno en nuestros días, no quiere decir que sean algo irreversible. La luz ha perdido terreno ante las tinieblas, pero las fuentes de energía lumínica todavía siguen vivas.
Hay muchos caminos para llegar a la misma meta, es decir, podemos engendrar verdaderos valores en la sociedad de muchas maneras. No obstante, pienso que se debe empezar por reconocer el problema, el cual es innegable. Luego, hay que tratar, a toda costa, de cambiar nosotros mismos, o sea de practicar poco a poco los valores humanos
Se debe tener en mente que la mejor manera de hacer que nuestro país progrese es sembrando en los demás los valores de la solidaridad, la responsabilidad, el trabajo, la honestidad, la lealtad y la justicia, entre muchísimos otros.
En conclusión, somos los seres humanos quienes debemos velar por los demás seres humanos. Nadie puede ser feliz, viendo que el que está al lado suyo es infeliz. Por tanto, no nos preguntemos si somos felices, preguntémonos si el que está a nuestro lado es feliz.