Poderes secuestrados, ministerio de elecciones, falta de institucionalidad, pérdida de soberanía, territorio poblado, ocupación cubana, rescate del país, transición, gran alianza nacional… Constituyente.
Los temas los puso Diego Arria en el debate hace casi cuatro años. Hoy, por la diversidad de discursos que apuntan hacia una revisión del país y sus estructuras, parece que la vocería política, incluyendo la disidencia del actual proceso, le da la razón.
Diego Arria no ha dejado de tener razón en sus planteamientos; el asunto es saber qué vamos a hacer con su razón. En noviembre de 2011, con el Aula Magna de la UCAB a reventar, Arria les confesó a los venezolanos que tenía miedo. Los analistas señalaron la afirmación como desacertada para la contienda. A juzgar por los votos, lo fue. Sin embargo, las razones de ese miedo se manifiestan día tras día.
Antes de eso, incluso antes de que le expropiaran su finca, le dijo a los empresarios del país que el Gobierno iría por cada uno; que cada quien tenía un número en la espalda. Pero el acomodo, vuelto pan para hoy y hambre para mañana, pudo más.
La mezquindad en la política es moneda de curso común; por lo que prácticamente nadie se atreve a reivindicar aquellos postulados de Arria en el pasado reciente. Cuando se refieren a él, prefieren quedarse en la matriz extendida según la cual el exgobernador de Caracas forma parte del grupo de los radicales.
A estas alturas del juego Diego Arria no tiene nada que perder. De hecho, ya lo perdió casi todo en territorio venezolano. Ahora, lo que no se pierde es la coherencia de su discurso; que pese a la inmensidad de críticas -casi todas ellas inspiradas en la diatriba político-electoral, y una errada visión de la relación juventud-éxito- se constituye en la referencia por este tiempo, para intentar descifrar una posible salida política, institucional, democrática, civilizada.
Arria no es ni será candidato a nada, así que no hacen falta las descalificaciones ni los cálculos minúsculos; lo que si puede ser, es un articulador en medio de este franco proceso de destrucción nacional.
Por años Diego Arria ha trabajado en la reconstrucción de sociedades. La muy estudiada Fórmula Arria, de aplicación universal para la resolución de conflictos en el orbe, es uno de los aportes que bien pueden ponerse en práctica para que Venezuela se reencuentre en función de objetivos comunes y no solo de pequeñas metas locales.
Una vez más los venezolanos llegamos al día de los inocentes, como los perfectos representantes de esa especie; sin entender que dentro de nosotros mismos tenemos los recursos y los conocimientos para salir de un atolladero económico, político y social. El Universal