En Venezuela venimos de un colapso total de la dirigencia y el sistema democrático; pero la recomposición del equipo dirigente, con graves errores y altibajos, ha sido relativamente rápida. A pesar de la utilización abusiva de todos los recursos económicos y poderes públicos del Estado contra la oposición, la represión, los atropellos y la intimidación, el socialismo chavista militar bolivariano está estancado e incluso en retroceso, en aspectos vitales. En las pasadas elecciones locales del 8 de diciembre la oposición logró la victoria en las principales ciudades del país, en donde el oficialismo tiene dificultades insalvables para crecer, principalmente en los sectores más preparados del país.
No obstante, el próximo reto es complejo; ya que sin llegar a la violencia en la acumulación democrática de fuerzas sociales y de todo tipo, para el cambio político en Venezuela, hay que trabajar simultáneamente también para tratar de dar un salto cualitativo en esta larga lucha. Hasta ahora hemos estado dedicados principalmente a la confrontación electoral, pero en estos dos años venideros en que no hay elecciones tenemos que utilizar las alcaldías y los parlamentarios, entre otros recursos, para organizar la movilización y estimular la protesta popular de los sectores más desfavorecidos y golpeados del país por el alto costo de la vida, la escasez de productos y la inflación; luchar por servicios públicos e infraestructura física de calidad; contra el desempleo; por la seguridad pública y la garantía de la vida; por el respeto a los derechos humanos, la propiedad privada y la libertad económica; por la libertad de pensamiento y expresión; por la descentralización política y administrativa del Estado; contra la corrupción administrativa y la regaladera de los recursos de la nación; por la tolerancia y respeto a la representación proporcional de las minorías; por la libertad de los presos políticos, el regreso de los perseguidos y exilados; por la independencia y autonomía de los poderes públicos; en fin, las enormes contradicciones y problemas que tiene el Gobierno tenemos que contribuir a agudizarlas. Es decir, se trata de darle otra orientación a la lucha política contra este gobierno. Están equivocados quienes creen que con la actual clase gubernamental se puede realmente dialogar, y más aún colaborar. Este es un régimen de vocación tiránica, que trata de guardar algunas formas democráticas y tiene su naturaleza más profunda en las felonías militares de 1992, y la violencia como el principal instrumento de cambio político. Para no cometer errores en esta confrontación, nunca podemos perder de vista sus violentos orígenes y su simpatía por Fidel Castro.
En definitiva, el reto para la Mesa de la Unidad Democrática está en el establecimiento de claros objetivos de la lucha, unidad en la acción, amplitud nacional y una flexible pero firme dirección política. En otras palabras, para acelerar el declive del régimen, tenemos que darle una nueva orientación a la lucha.
Hernán Castillo
@CastilloHernan