Al leer a Maduro, quien usurpa la jefatura del Estado, declarar hoy que : “22 años después, la revolución sigue su camino de victoria, de despertar revolucionario. La Madrugada luminosa del 4 de febrero de 1992 de resurrección de la patria cuando la juventud bolivariana se rebeló contra la dominación imperial estuvo bajo la conducción del gigante de la nueva historia, el comandante Hugo Chávez”, no queda más que sentir indignación porque no fue luminosa sino sangrienta. No fue ninguna juventud rebelde sino militares golpistas y otros engañados, y definitivamente no fue un gigante, sino un fracasado golpista, que se entregó en lo que hoy es su tumba.
“La recientes imágenes de represión en el sector El Trigal, de Valencia, son la muestra más clara de que el golpe militar iniciado durante la madrugada del 4 de febrero de 1992 aún no ha terminado”. Es la opinión de Diego Arria, político venezolano, protagonista de entonces y de ahora. Opositor a Hugo Chávez desde el primer día, y ciudadano activo y comprometido por el rescate del país que hoy conmemora uno de sus días más tristes y más costosos de nuestra historia. A la par que para los familiares de más de cien inocentes muertos de ese día.
Arria censura que un sector importante del país continúe viviendo en negación de la realidad. “Los mismos que violaron su juramento de defender la soberanía nacional hace veintidós años, son los que ahora ocupan cargos de relevancia y actúan como interlocutores con quienes dicen defender la democracia y el estado de derecho”, sentenció Arria, quien acompañaba al presidente Carlos Andrés Pérez durante las horas de la frustrada intentona militar.
“Aquel día pudimos frenar la barbarie. Pero hubo sectores que no entendieron la realidad. Así pasa hoy; cuando pandillas armadas, desalmadas ostentan el poder, y quienes deben oponerse bajo el pretexto del dialogo y una supuesta cooperación contra la violencia, prefieren cohabiter con ellas”.
Arria compara la actual farsa del diálogo con los segundos de fama que algún hombre de uniforme le concedió a Chávez la mañana de su rendición. “Acceder a que el golpista le hablara al país, casi en cadena, fue capitular frente a la satrapía. Igual pasa hoy, cuando se legitima a los verdugos del pueblo”, refirió Arria, quien insiste en la necesidad de desnudar las verdades que sostienen a un régimen fraudulento.
Pasar esta página no le corresponde a una persona sino a todos los venezolanos que le dimos nuestro apoyo. Pero no para ponerla a un lado ni para acomodarnos a intereses que no corresponden al interés nacional –que es el de todos y no solo el de partidos y sus candidatos.
“Hace dos días miles de venezolanos salieron a las calles a protestar, a reivindicar su derecho a manifestar su disconformidad y rechazo a un regimen perverso entregado a los Castro de Cuba. No fueron porque seguían necesariamente a un líder en particular; fueron porque entendieron que llegó la hora de los ciudadanos. La Hora de la Verdad”, manifestó Arria.
“Esas protestas, desarrolladas en varias ciudades del país, son necesarias; son el inicio de la Gran Alianza Nacional que vengo planteando desde hace mucho tiempo, para que se concrete una sinergia que canalice la angustia, el miedo y las ganas de rescatar a Venezuela de la destrucción y del fin de nuestra libertadad”.
Arria refirió que aquella mañana de 1992 el pueblo no salió a defender la democracia; pero tampoco fue a aplaudir al asesinato de militares y civiles que traicionaron al país. Y mucho menos a celebrar el intento de asesinato del Presidente Carlos Andrés Pérez en el Palacio de Miraflores, ni mucho menos el de su esposa, hija y nietos en la residencia presidencial de La Casona.
Irónicamente el oficial golpista que bajo las órdenes de Chávez, intentó el cobarde y criminal magnicidio de la familia presidencial, es hoy el interlocutor oficial del régimen con dirigentes opositores. Equivale a decirnos que nos pusieron bajo las instrucciones y órdenes de este personaje, General Mayor Miguel Rodríguez Torres, para humillarnos y someternos aún más. Y lo han aceptado con toda cordialidad”. Esto representa para Arria “un irresponsable intento de legitimación al cual no tienen derecho de ninguna naturaleza de otorgar. Pero lo hicieron y lo siguen haciendo”.
“No puedo dejar de declarar que solo el odio de Rafael Caldera por Carlos Andrés Pérez permitió que todos estos oficiales forajidos y criminales no llegasen ni siquiera a ser juzgados. Causa aún pendiente, como siempre se lo recordé públicamente al finado Chávez.
En el sepelio del Presidente Pérez recordé una frase que tal vez hoy sea mucho más relevante: “El futuro tiene muchos nombres: Para los débiles es inalcanzable. Para los temerosos es lo desconocido. Para los valientes: La Oportunidad.