Esta embarcación de 24 pies (poco más de siete metros), sin carroza para protegerse de la lluvia o el sol, fue la única compañera en alta mar para Albarengo durante la travesía que lo trasladó 12.500 kilómetros sobre las aguas.
Pero ahora en tierra firme, “El hombre del milagro del Pacífico “, como se lo ha bautizado, sorprendió a los funcionarios con un pedido para ir a dar un paseo junto al mar.
El hombre, de 37 años, quería salir de su habitación de hotel para realizar un poco de ejercicio, y pese a no haber mirado otra cosa que aguas abiertas durante más de un año, eligió dar un paseo por la playa “para estirar las piernas”. “Necesito caminar, ¿puedo salir y hacer algo de ejercicio?”, preguntó “La Chancha”, como lo apodan sus compañeros de trabajo en México.
Tal es su fama en Majuro, la capital de Islas Marshall a la que llegó tras ser rescatado, que los funcionarios saben que si lo llevan a la ciudad el lugar se llenará de gente. Por eso optaron por trasladarlo hasta Laura Beach, una playa a más de 25 kilómetros del hotel donde está alojado. El próximo viernes viajará hacia México, desde donde partió, o El Salvador, su país de origen.
Las fotografías del bote de la travesía dan una idea de las penurias que ha padecido este pescador salvadoreño. Un casco viejo y precario de fibra de vidrio aloja una caja grande pintada de color azul, en lo que parece ser el recipiente donde almacenaba los tiburones que capturaba durante su trabajo.
Sin embargo, durante su largo viaje a través del océano, la caja se convirtió en improvisado refugio para Albarengo. El “pescador del milagro” dijo que también utilizó esta caja para orarle a Dios y pedirle que lo salvara de morir en alta mar.
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