Lapatilla
Cuando el país se acerca a una actitud de protesta abierta en contra del régimen que ha acogotado a Venezuela por 15 años se oyen voces desde el régimen y, algunas desde la oposición, orientadas a desanimar la protesta con el argumento de la violencia. Así lo hace, desaforado, Diosdado Cabello quien si sabe de violencia. Lo hace un régimen fascistoide entre cuyos miembros se encuentran sobrevivientes de episodios violentos y traidores como el Porteñazo y el Carupanazo. Olvida covenientemente el régimen que la violencia en Venezuela ha venido historicamente de esa izquierda criminal que hoy los acompaña en el poder.
También se han oído algunas voces desde la oposición en contra de la protesta de calle. Se ha advertido sobre ambiciones personales en quienes utilizan a los estudiantes como “carne de cañón”. Afortunadamente, en las últimas horas el liderazgo en la MUD parece haberse convencido de que existe una diferencia entre la protesta popular abierta y la incitación a la violencia. El mejor ejemplo de esta diferencia fue la acción de Gandhi en la India, pero han existido otros ejemplos en otros países y en todas las épocas.
Lo que si es cierto es que nadie puede garantizar que no aparecerá la violencia cuando la protesta se torna masiva. Frecuentemente esa violencia es iniciada por el aparato represivo del régimen pero también podría iniciarse debido a la acción de manifestantes enardecidos. Una masa puede convertirse en una fuerza impredecible.
En Abril de 2002 la gran marcha de la oposición asustó tanto al difunto que este llamó al ejército a reprimirla, lo cual causó su salida, anunciada en cadena nacional por el militar y hoy embajador, Lucas Rincón Romero. Pero si la posibilidad de violencia fuese la razón por la cual la protesta popular abierta, en la calle, deba ser prohibida como herramienta de lucha social y política, entonces Gadaffi todavía estaría en el poder, no hubiera caído el Muro de Berlin, Polonia no hubiera obtenido su independencia del comunismo y un Virrey Inglés estaría todavía tomando el té en la India. Si Chamberlain hubiera permanecido como primer ministro Inglés, hoy se hablaría alemán en Londres.
La protesta en la calle es un genuino instrumento de lucha popular. Más aun, en Venezuela es un imperativo constitucional. Lo que si es cierto es que la lucha en la calle, la protesta, la huelga general indefinida, requiere un suficiente grado de coordinación y de determinación que le sirva de apoyo y de alimento. No se trataría de flor de un día sino de una estrategia permanente.
Si esto se puede lograr, este régimen está caído.
Más allá de la MUD y de los estudiantes se requiere el concurso de las sociedades profesionales, los sindicatos, los empresarios, en suma, la gran sociedad civil. Y de la ayuda de la opinión pública internacional.