Una característica básica de un régimen que se precie de revolucionario, marxista y con clara influencia del comunismo castrista es la opacidad y la escasa o nula información institucional al interior de su estructura. En este, denominado por Miquilena, “comunismo de alpargata”, nada puede medirse por los patrones clásicos de la Constitución, el derecho, las líneas jerárquicas o los incentivos racionales de políticas públicas, de ahí que los análisis sobre el desempeño del gobierno deben estar orientados mucho más por sus acciones, e intentando realizar un análisis del discurso que separe la paja del polvo. A esta élite hay que leerla entre líneas y fijarse más en sus acciones que en sus palabras.
En este contexto me llama mucho la atención el nuevo programa de Cabello. ¿Para qué decide Cabello en este momento lanzar un programa, que no sabemos si será diario o semanal? Descartando las hipótesis clásicas sobre la necesidad que tiene un político de contar con una tribuna mediática para exponer sus ideas y convencer a sus electores sobre la bondad de sus ofertas programáticas, me decanto por la hipótesis de que Cabello siente que la imagen de Maduro, atiborrada ante la opinión pública mediante horas interminables de cadena nacional, no está llenando el vacío político y comunicacional del Aló presidente para trasmitir la línea política a la militancia y él, como caudillo militar y jefe del PSUV ( recordemos que Maduro, a diferencia de Chávez, no es presidente formal del PSUV) se encargará en lo sucesivo de lanzar a los militantes del partido la línea política que deben asumir. Estamos ante una especie de Aló presidente Cabello, o por lo menos es lo que intenta posicionar en el imaginario colectivo de parte de la militancia del PSUV y del país.
En los últimos días, al margen de los gritos de amor entre ambos personajes que por lo desentonados suenan como alaridos, los hechos nos muestran un Cabello tomando decisiones ejecutivas sin cuidar en absoluto las formas, para muestra un pequeño ejemplo. En ningún país serio del planeta, incluyendo Rusia, China o Brasil, el presidente del poder legislativo se va a una provincia a destituir y nombrar miembros de las fuerzas armadas. Lo que en cualquier sistema sería observado como una locura institucional que raya en la insurrección, desde el espectro de la izquierda china, uruguaya o argentina o con menos desarrollo institucional como Bolivia o Ecuador, en el Cabello Madurismo es casi un elemento folklórico, una “vaina” de Diosdado que tenía ganas de ir al Zulia. Pero sin ir más lejos, en la Venezuela de hace un año era inimaginable que durante la presidencia de Hugo Chávez a Cabello o a cualquier otro miembro de la élite se le ocurriera una visita como esa que lo humillara de esa manera dejándolo como un bolsa redomado al nombrar, por encima de él, componentes de las fuerzas armadas.
En el PSUV ocurren cosas muy extrañas y me da la impresión que obedecen a la imposibilidad de que sobrevivan dos modelos contrapuestos; el autoritarismo corrupto militarista que sólo quiere medrar del petróleo a punta de bayoneta y whisky 18 años, con el ala radical del castro comunismo para quienes Venezuela es un botín pero que su desconocimiento de temas económicos y de economía de mercado han llevado al país al borde del colapso económico.
Hoy nuestra patria despierta, me parece una insensatez expresar que la protesta es un atajo, como también es poco sensato plantear una salida sin antes haber entrado en el corazón de los más humildes, en las colas de los mercales, en las necesidades de los campesinos. La protesta debe ser grande y estridente como hoy y ayer en Táchira y Mérida, pero permanente, constante e incansable en cada espacio urbano donde más de un venezolano se encuentre humillado ante una burocracia insaciable que lo obliga a vivir como esclavo del Estado.
La lucha contra el totalitarismo alimentado por oro negro será larga y la única forma en que se obtenga una victoria que nos lleve a una paz duradera con progreso económico y social es que se convierta en una lucha por y para los más débiles. Si el grueso del país percibe que estamos luchando para defender interés económicos o privilegios sociales, bien sea por la propaganda oficial o por errores en nuestra comunicación política, será poco probable que logremos triunfar. El continuismo rojo se divide y hunde en contradicciones, pero eso no es suficiente para salir del caos, la alternativa democrática debe dejar de debatir por twitter y sentarse a definir, en la diversidad, una estrategia común.
Carlos Valero
@carlosvalero08