Con pasmosa frecuencia el régimen hace algún tipo de anuncio cambiario; una nueva organización de administración de las divisas que sustituye a otra; un mecanismo que complementa al recién creado; una nueva instancia de dirección que se sobrepone a las anteriores; pare usted de contar. Todos esos anuncios tienen en común la promesa de que los nuevos esquemas propuestos estabilizarán el tipo de cambio y que el dólar paralelo desaparecerá. Lo último que se oye es que la nueva ley de ilícitos cambiarios despenalizará ese mercado, que volverán las permutas; que los privados podrán ofrecer y comprar divisas libremente; que ello aumentará ampliamente su oferta, lo cual finalmente estabilizará el tipo de cambio. ¿Es creíble esta última promesa? Para nada. Por tres razones.
La primera es que el régimen se ha venido haciendo cada vez más prisionero de los grupos y posturas más radicales. No ha tenido -y cada vez menos- el liderazgo necesario para platearle a sus bases de apoyo social y político una salida de la crisis que incluya la apertura, la moderación, el acuerdo con otros actores sociales. El régimen solo sabe correr hacia adelante; profundizar lo que ya viene haciendo. Políticamente no tiene capacidad de hacer ningún viraje. Un viraje como el que estaría planteado lo quebraría.
La segunda razón es técnico-económica. La política cambiaria es apenas una pieza de un engranaje macroeconómico bastante complejo. No es posible lograr ningún tipo de estabilidad cambiaria sin políticas fiscales y monetarias consistentes con ese objetivo. Un nuevo esquema cambiario creíble, sostenible y transparente implica también cambios fundamentales en otras políticas de las cuales el régimen no hace ninguna mención.
La tercera razón es otra vez política. Un mercado cambiario transparente sería un termómetro de la calidad de gestión del gobierno. Todos los errores y desaciertos de política económica, así como las rutinarias embestidas contra el sector privado se reflejarían de inmediato en ese mercado. ¿Cómo podría legalizar el régimen un indicador absolutamente transparente y efectivo de la calidad de su gestión? ¿Cómo podría el régimen aceptar que en algún lugar ampliamente visible se reflejaran de manera inmediata y cristalina todos sus desaciertos? Eso equivaldría a permitir que todos los medios de comunicación desaparecidos o censurados volvieran a aparecer. El régimen no puede legalizar aquello que exprese libremente lo mal que lo está haciendo. Lo que habrá de surgir por tanto es simplemente un tercer tipo cambio, bajo la apariencia de un “mercado”, ampliamente regulado por el gobierno, con topes para la tasa de cambio, donde se colocarán bonos de la deuda pública y algunas empresas extranjeras –principalmente petroleras- buscarán obtener bolívares a una mejor tasa de cambio que la oficial, para los dólares que van a invertir en el país. Será una nueva devaluación del bolívar que dejará vivito y coleando al dólar paralelo. Es que el régimen no puede asumir su barranco cambiario so pena de reventarse en mil pedazos.
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