Lapatilla
Hoy más que nunca la sensatez de la dirigencia política y social debe imponerse.
La gente salió a la calle de manera desordenada pero pacifica, siguiendo las melodías de una flauta dulce cuyo ritmo se traduce en una invitación a estar en la calle y a una salida inmediata.
Los hecho acaecidos de manera abrupta y sin posibilidad de racionalizar la melodía: el tamaño de la salida; qué hay detrás de la puerta que la conduce y cómo volver a la normalidad.
Tal circunstancia me hizo recordar las lecturas de mi infancia, y muy especialmente, el “Flautista de Hamelín”.
Algunos de mis consecuentes y pacientes lectores pensaran en la osadía de quien escribe de comparar a nuestros jóvenes y su presencia alegre y pacífica en las principales ciudades del país, luego trastocada en violencia inoculada, con la ciudad infestada de roedores que da nombre a la leyenda.
El origen de la leyenda es confuso, aunque la mayoría de los registros dan cuenta que se acepta con bastante seguridad que la presencia de los niños es lo medular y no los roedores.
En relación al origen de la leyenda se han elaborado varias teorías:
Los niños fueron víctimas de algún tipo de accidente por el cual se ahogaron en el río Weser (que pasa por Hamelín) o fueron enterrados por algún deslizamiento de tierra.
Algunos niños fueron víctimas de alguna enfermedad que los habitantes consideraron peligrosa y contagiosa, por lo que los niños fueron conducidos fuera del pueblo para proteger a los demás habitantes. Se ha sugerido alguna forma de la peste.
Los niños (o jóvenes) dejaron el pueblo para tomar parte en alguna peregrinación o una campaña militar, pero nunca regresaron con sus padres. Estas teorías presentan al flautista como un líder o reclutador.
Los niños, que en este caso serían jóvenes, abandonaron voluntariamente Hamelín para colonizar partes de Europa Oriental.
En la Venezuela actual sonaron muchas flautas que llevó no solo a los jóvenes universitarios sino a parte del sector político y sociedad civil a oír el clamor de permanecer en las calles y provocar la renuncia.
La melodía ha hecho olvidar el papel constante y aplastante que para tal fin la crisis económica y financiera venía logrando con el manejo del régimen cambiario, la pretensión trasnochada de levantar controles de estructuras de costos, precios y ganancias; la debacle vislumbrada desde un principio con las expropiaciones adelantadas en términos de productividad, escasez, desempleo y pérdidas de condiciones laborables.
Las largas e indignantes colas de todos los sectores para acceder a escasos bienes y sin posibilidad alguna de escogencia y calidad, son más efectivas que el canto de consignas, si se les conduce.
La inseguridad personal alarmante, desenfrenada que afecta a todos por igual, chavistas y no chavistas si se conduce con trabajo constante y creativo es más corrosiva que varias concentraciones.
La crisis del sector salud que afecta fundamentalmente a los sectores populares y que tiene manifestaciones que laceran la dignidad.
La crisis educativa por falta de recursos que condena al cierre técnico de universidades.
La crisis de la vivienda resumen de mala calidad de las unidades entregadas y el rosario de promesas incumplidas.
La crisis laboral derivada del efecto diluyente de la inflación en los sueldos y salarios; el vencimiento de la contratación colectiva; el no pago o reconocimiento de prestaciones sociales, el desempleo producto del cierre de empresas.
El déficit fiscal que día a día se vuelve en una tensión peligrosa y oculta producto de la acción de políticas erráticas u omisión por no tomar aquellas que requiere para establecer correctivos a corto plazo o dar un solución integral a las finanzas públicas.
Una burocracia creciente, parasitaria y que genera resentimientos por insatisfacción del estatuto funcionarial.
En fin un gobierno en pleno colapso, que se erosiona rápidamente en el plano interno e internacional, político y financiero. No hace faltan paros ni golpes, solo voluntad de cambio.
Las flautas deben sonar de manera armónica, después ensayos de ejecución de partituras que evidencia la violación activa y constante de los derechos fundamentales de todos los venezolanos por lo que la melodía debe ser interpretada y seguida por el barrio, en los caseríos, en las zonas urbanas y suburbanas, en las universidades y en los talleres; en las centros de oficinas y profesionales como en las fábricas.
La protesta constante y creativa, diaria y perseverante con agenda política estructurada, como un goteo incesante que tortura es más productiva que el martilleo desesperante que al paso de unas horas o unos días agota tanto al que lo oye como a quien martilla.
No quiere significar que se justifique el grosero atropello a los derechos humanos elementales de todos lo que protestamos; la violación a la dignidad e integridad de los estudiantes que fueron objeto de la saña y violencia ajena a nuestro ser, con prácticas grotescas de un canibalismos represivo que solo veíamos en otras latitudes.
Lo que se trata es de construir de inmediato una protesta de todos, sin agendas ocultas, sin visos ajenos a la democracia de pocos, válida para todos los sectores, para la gente, sin exclusiones.
Que conste, y lo digo escudándome en palabras de Fernando Savater, que pretendo razonar desde la política, nunca meramente desde le ética ¸si prefieren ustedes, desde la exigencia de hacer explicita la opción política.
Si usted también está preocupado, yo también lo estoy. Si usted está indignado yo también lo estoy. Lo que quiero es que como los jóvenes de Hamelin no seamos sepultados o nos ahoguemos en el rio. Y que un flautista nos lleve a un camino seguro.
Leonardo Palacios