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En la catequesis más sentida y más intensa hasta la fecha, el Papa abordó su tema preferido, la misericordia de Dios y el perdón en el sacramento de la Confesión, hablando al margen del texto escrito en numerosos pasajes, los más personales.
El Papa salió al paso de excusas como «yo me confieso con Dios» o la vergüenza de contar cosas muy íntimas a otra persona, a veces desconocida.
Según el Papa, «tener vergüenza es bueno. Es natural que nos dé un poco de vergüenza. En mi país, a quien no la tiene le llamamos… ¡un sinvergüenza!». Lo dijo en italiano, añadiendo acto seguido la palabra en español. Todos habían entendido la idea y le estaban aplaudiendo ya con entusiasmo, como cuando había preguntado por el tiempo transcurrido desde la última confesión”.
El Papa recordó «el episodio del perdón y de la curación del paralitico, donde Jesús se revela a la vez médico de las almas y de los cuerpos». Recordó también, como hace con frecuencia, la parábola del hijo prodigo y el padre misericordioso, subrayando el recibimiento de fiesta que Dios otorga a quien pide perdón, por mal que se haya portado.
Al final del encuentro, el Papa manifestó «mi cercanía al pueblo ucraniano» y aseguró que reza «por las víctimas de la violencia y sus familiares, y por los heridos». Concluyó invitando «a todas las partes a cesar toda acción violenta, y a buscar la concordia y la paz».