Sin excepción, todos los venezolanos hemos sido afectados por la grave crisis política que sacude a la Nación. Sean opositores, simpatizantes del gobierno, indiferentes, todos hemos sido afectados por esta situación que parece profundizarse cada día que pasa. Estamos ante una encrucijada en donde sectores que difieren del gobierno, muestran sus distintas soluciones para ofrecer una salida de este régimen, en el que todos podemos coincidir, ha hundido los cimientos de la República a niveles nunca antes alcanzados.
Sería irresponsable que cualquier factor político, ya sea partido, liderazgo particular, colectivo, entre otros, intente capitalizar este movimiento que pretende darle un revés al trance que padecemos los venezolanos en estos aciagos momentos. Estamos ante una situación que podríamos describir como aquella que pertenece a nadie, pero que nos involucra a todos. Me atrevería a intuir que este movimiento, que pareciera estar en el punto de no retorno, ya superó las convocatorias que fueron emitidas en su momento por el movimiento estudiantil y ahora involucra a todos los sectores de la población.
Desde la vocería oficial del régimen, Nicolás Maduro hace constantemente un llamado a los sectores demócratas del país de acercarse a Miraflores para tener un dialogo “de altura” y así conseguir un cese a la violencia y “regresar a la normalidad”. Sería interesante definir la normalidad que plantea el gobierno. La normalidad venezolana en los últimos años ha sido convertirnos en victimas diariamente de la inseguridad, de la escasez, de promesas electorales sin cumplir entre otras cosas. Precisamente es esa “normalidad” la que los venezolanos están intentando cambiar. De igual manera, todos los sectores políticos del país que abogan al dialogo deben estar conscientes de que el dialogo debe ir mucho más allá que el reconocimiento de autoridades electas y la aprobación de proyectos y financiamientos para cumplir con las funciones inherentes a los diferentes cargos. El dialogo por el que todos los venezolanos, independientemente de su posición política, deben respaldar es aquel esté marcado por encontrar un camino seguro a la solución de esta grave crisis política y para hacerlo, ambos sectores de esta polarizada población deben ceder posiciones radicales y sesgadas.
Quizás el factor más complicado para que el dialogo tenga una garantía de funcionamiento, es que se debe escoger sus interlocutores que agrupen las posiciones y los planteamientos de la población. Quienes participen en el dialogo deben contar con la suficiente altura política para representar su bloque. De parte de la oposición, a pesar de las críticas realizadas en estos momentos, la única que tiene la entereza como cuerpo colegiado de asumir ese liderazgo colectivo es la MUD, con aciertos y fallas, es la responsable de triunfos obtenidos para la construcción de una alternativa.
Se debe en conjunto establecer un intermediario neutral que sea el punto de encuentro de los participantes. Los venezolanos hemos visto frecuentemente como se hace un llamado al dialogo cuya participación se mide en la asistencia a reuniones de Consejo Federal de Gobierno y cualquier otra convocatoria. Eso no es un dialogo para la paz y reconciliación del país, en principio porque es una obligación constitucional que los tres niveles de gobierno trabajen de manera mancomunada y además porque se ha evidenciado que el dialogo ofrecido desde los salones de Miraflores son única y exclusivamente monólogos del inquilino del Palacio. En procesos de reconciliaciones nacionales históricos, la Iglesia Católica siempre ha resultado como un valido intermediario debido a que su conglomerado, especialmente en nuestro país, tiene una aceptación y credibilidad entre los sectores lidiados de la población.
Finalmente, los interlocutores deben presentar el contenido de las exigencias de cada bloque de la población. Exigencias que deben ser coherentes, enmarcadas siempre en un marco legal y democrático. Es aquí donde se requiere que los sectores que hoy participan activamente en una protesta, legitima, deben ceder protagonismos estelares para construir una alternativa ante la crisis política que vivimos. De lo contrario, los venezolanos podríamos sufrir un desgaste agravado que terminaría en una constante confrontación política y social, donde el saldo de compatriotas asesinados seria incalculable.
Este esfuerzo requerirá la inclusión de todos los sectores de población para construir una visión de país que sea la solicitada en el dialogo con el gobierno nacional. Toda la sociedad democrática del país, partidos políticos, gremios, cámaras y sociedad civil en general debe participar en esta visión compartida, todos tienen algo que aportar. Gravísimo seria el error, que los venezolanos en otrora han cometido, de apartar a los partidos políticos de esta lucha. En los partidos quizás no esté la solución idónea o la respuesta certera, pero gran parte de la sabiduría y formación de construcción de país está en ellos.
Luis Medeiros Avila