Enrique Standish: Los últimos días de Maduro

Enrique Standish: Los últimos días de Maduro

thumbnailcolaboradoresHugo Chávez era, indudablemente, un hombre inteligente y carismático, pero también fue un hombre muy afortunado. Durante sus catorce años de gobierno en Venezuela, el precio del petróleo se incrementó por seis, ascendiendo el precio del barril de menos de US$15 en 1998 a más de US$100 en 2013.

Venezuela ha sido uno de los principales países exportadores de petróleo desde 1920, pero ningún otro gobierno venezolano, y particularmente ninguno de los predecesores democráticos de Chávez, tuvo la fortuna de un aumento de tal magnitud en sus ingresos. Fueron estas grandes e inesperadas ganancias las que permitieron mantener el mito de la popularidad de Chávez.

El hecho de que Chávez nunca obtuvo más del 54% de los votos, a pesar de recurrir a un evidente y probado fraude electoral, a la manipulación del padrón electoral, a la intimidación descarada de votantes y al control total de la autoridad electoral, desmiente este mito de su popularidad.





Chávez tuvo los mayores inesperados ingresos en la historia de América. Multiplicó el nivel del gasto público por un factor de ocho en diez años, y aún así tuvo que recurrir al fraude para poder alcanzar la victoria en las elecciones. Ese hecho debería haber sido prueba suficiente de que, mientras es innegable que una gran parte de la sociedad venezolana lo apoyaba, su popularidad y la de su movimiento nunca fue tan amplia o dominante como sus seguidores han pregonado incesantemente a nivel internacional.

La oposición, incluso en el apogeo de la popularidad de Chávez, pudo reunir cerca de un 50% de los votos en elecciones limpias, y seguramente ganó las elecciones celebradas en los últimos años de la vida de Chávez. Éste es un hecho clave al momento de analizar los escenarios futuros para Venezuela.

Hugo Chávez falleció después de haber agotado por completo las arcas del tesoro venezolano. En un último esfuerzo por mantener su popularidad a pesar de la inflación galopante, la corrupción y la pésima gestión administrativa, Chávez liquidó las últimas reservas del país en una orgía populista de gasto público jamás vista antes en el mundo. Por ejemplo, en un país de 30 millones de habitantes, dos millones de hogares recibieron refrigeradores gratuitos de parte del gobierno, mientras que cientos de miles adicionales fueron beneficiados con otros aparatos electro-domésticos gratuitos antes de las elecciones de octubre de 2012.

Para cuando asumió Nicolás Maduro, el sucesor escogido a dedo por Chávez y que fue declarado vencedor luego de las elecciones más fraudulentas que tuvieron lugar en décadas en América Latina, Venezuela ya se encontraba en bancarrota.

La corrupción y la mala administración, junto a 15 años de nacionalizaciones y expropiaxciones de las empresas más productivas del país, destruyeron casi por completo la capacidad productiva del país. Paralelamente, los enormes costos de subsidiar a Cuba y sus Estados satélites, Bolivia y Nicaragua, agravaron la situación.

En este contexto, Maduro ha decidido encerrarse en un callejón sin salida. Acudiendo siempre a sus consejeros cubanos, su gobierno se embarcó en un proceso que podríamos denominar como “sovietización” de la sociedad venezolana.

Durante los doce meses pasados, se han aprobado leyes que han  prohiben a los propietarios desalojar a los inquilinos de sus propiedades. El gobierno ha ordenado reducciones en los precios de hasta el 80% en los contratos de alquiler de locales comerciales, y ha puesto límites a cuánto pueden cobrar los dueños de los centros comerciales por sus propiedades. Todos los precios de todos los bienes han sido congelados, con penalidades de hasta doce años de prisión para quienes rompan los controles establecidos en la ley de “Precios Justos”. Se ha negado el acceso a divisas extranjeras a la gran mayoría de las empresas desde el pasado mes de noviembre, mientras las empresas del sector alimenticio y farmacéutico deben obtener la aprobación diaria del gobierno para las rutas de distribución de sus flotas de camiones. Despedir a un trabajador está prohibido, sea cual sea la razón, y desde este mes el gobierno determinará no solo los precios sino también los márgenes de ganancia de absolutamente todas las empresas en el país, pequeñas y grandes.

Estos decretos al estilo soviético y cubano han sido implementados en un país con las peores estadísticas de violencia criminal del hemisferio, donde el salario real está cayendo rápidamente y que cuenta hoy con la tasa de inflación más alta del mundo.

Maduro dice haber ganado con mas del 51% de los votos las elecciones presidenciales que tuvieron lugar en abril del año pasado, pero nadie en Venezuela – ni siquiera los chavistas – creen que eso sea cierto. Incluso si así fuese, es ilusorio que, un año después, con la economía venezolana en picada a causa de sus políticas, Maduro pudiese contar con el apoyo de la mayoría de los venezolanos.

Algunos medios de comunicación internacionales, como el New York Times, han repetido durante una década, la discursiva oficial alegando que la oposición está compuesta por un “mar de rostros blancos”, una minoría perteneciente a las clases alta y media.  El mismo relato está siendo actualmente aplicado a las protestas callejeras. Un discurso que ignora el hecho de que, incluso si se aceptan los resultados oficiales de las últimas elecciones presidenciales, la oposición no podría alcanzar el número de votos que el mismo régimen dice que ha recibido sin el apoyo de una parte significativa de los venezolanos pobres. Es una estadística simple. Si el gobierno asegura que la oposición recibió el 49% de los votos, es evidente que para alcanzar ese número, los venezolanos millones de venezolanos pobres deben haber votado a favor de la oposición.

Hoy, un año después de las últimas elecciones presidenciales, con el país en ruinas y la propiedad privada abolida casi en su totalidad, los comunistas venezolanos y sus acólitos en los medios internacionales quieren hacernos creer que las protestas no tienen el apoyo de una gran mayoría de los venezolanos.

La realidad es que los venzolanos más pobres ya han tomado las calles en toda la nación. Las manifestaciones en ciudades como Valencia, Maracay, Puerto Ordaz y Maturin han sido enormes y es imposible que en esas ciudades los manifestantes sean todos de clase media.

Los barrios marginales de Caracas aún no se han alzado. La razón es simple: Hugo Chávez sabía lo que Maduro sabe ahora, que si esos sectores de Caracas toman las calles, el régimen caerá. Entonces, por una década elaboró estrategias que han sido implementadas para evitar esta situación. Milicias civiles armadas, llamadas “colectivos”, vigilan los barrios preparadas para asesinar a cualquier opositor que sea lo suficientemente valiente como para mostrarse en público. Cualquier evento de la oposición en la parte oeste de Caracas, donde se concentra la pobreza, será reprimido violentamente. Nadie puede hacer demostraciones públicas o marchas, salvo el partido de gobierno, al oeste del centro geográfico de la ciudad, la Plaza Venezuela.

Eventualmente, estos esfuerzos fracasarán. Los recientes controles de estilo soviético establecidos en toda la economía ya están produciendo los trastornos que estas medidas siempre producen. La escasez de productos básicos empeorará. Un número de hospitales privados, por ejemplo, ha ya anunciado que suspendieron las cirugías de carácter electivo debido a que no tienen insumos para llevar a cabo procedimientos como cirugías cardiovasculares. En cuestión de semanas, esta escasez empeorará, dado que el zar económico nombrado por Maduro, su vicepresidente y yerno de Chávez, Jorge Arreaza, no tiene idea del verdadero funcionamiento de los mercados.

Es cuestión de tiempo antes de que Venezuela se convierta en un desastre económico. Los barrios marginales de Caracas se alzarán, como lo han hecho otros en otras ciudades. El único interrogante es si el mecanismo de represión cubano será suficiente para contener la ola de cólera que barrerá Venezuela. Yo creo que no será capaz. No sabemos que tipo de gobierno tendrá Venezuela dentro de un año, pero una cosa es segura: Nicolás Maduro ya no será su presidente.

 

Enrique Standish (Nombre real oculto por razones de seguridad dentro de Venezuela)

 

Publicado originalmente en PanAm Post