Varios eran los chistes entre los parlamentarios del MVR (actual PSUV) durante los días de la Constituyente. Uno muy divertido rodaba sobre el hoy caído en desgracia Tarek William Saab. Resulta que al “turco”, compadre de Nicolás, le gustaba tanto aparecer en televisión que al levantarse en la madrugada a beber agua, abría somnoliento la nevera y comenzaba a declarar confundiendo las luces del refrigerador con las que acompañan a las cámaras de televisión.
Pero había otro, más mordaz, se refería a la explicación de los “compatriotas” de Nicolás Maduro al inmenso placer experimentado por él todas las noches al entregarse a los brazos de Morfeo hasta pasadas las 10 de la mañana del día siguiente. Piadosamente decían entonces: “no le pongas reunión en la mañana. Él estudiaba en el turno de la tarde, no sabe levantarse temprano”.
A la pregunta de la periodista de CNN internacional, Christiane Amanpour, “¿Cómo duerme usted, señor presidente?”. Maduro ha reído y nos ha dicho que dormía como un bebé, probablemente recordando aquella vieja jodedera, con la misma risa de manganzón con la cual siempre admitía la verdad a la broma de sus compañeros.
Ante semejante confesión, Leonardo Padrón, explicablemente impactado, ha sentenciado: “Hay que ser muy cínico para tamaña respuesta. O un mitómano consumado.” Sin negar que Maduro acumule méritos de sobra para ambas calificaciones, me temo que en esta ocasión el destacado escritor no atinó en su juicio. A diferencia de lo que siempre hace, Maduro respondió con la verdad, no porque no le interesa lo que ha pasado ni lo que pase -que es verdad, no le importa-. Él reveló cómo dormía porque no entendió el fondo de la pregunta, de haberlo hecho le estuvieran retumbando los oídos a esta señora por los insultos que le hubiera espetado. Él dijo la verdad: duerme como un bebé, los estudiantes lo despiertan cada tres horas meado y cagado