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Periódicamente los analistas económicos y financieros crean acrónimos para designar grupos de países que por alguna razón se encuentran en situación similar. Así se hizo ampliamente conocido el término BRIC, creado por Jim O’Neill de la firma Goldam Sachs, y que agrupa a Brasil, Rusia, India y China. Más tarde se le agregó una “S” al neologismo para convertirse en BRICS, con la inclusión de Sur África en el grupo. Durante algún tiempo esos países eran considerados como las economías emergentes más promisorias del mundo, hasta que sus tasas de crecimiento y las reformas que las impulsaban empezaron a desacelerarse. Más recientemente apareció un nuevo término, MINT, que agrupa a México, Indonesia, Nigeria y Turquía. Algunos piensan que estos países estarán en los próximos años entre los de mejor desempeño económico en el mundo, en razón de las reformas que han estado adelantando, como es el caso de México, donde su presidente Enrique Peña Nieto ha acometido un ambicioso programa de cambios estructurales profundos en sectores claves como el de la energía y las telecomunicaciones. Ello hace que el país azteca esté hoy entre los que está captando mayor inversión extranjera, de las economías en desarrollo. BRICS y MINT tienen en común que se refieren a economías que estuvieron o se están desempeñando muy bien o, al menos, hay la expectativa de que sea así. Son neologismos que designan países que prometen. Por estos días, empieza a circular otro término, el de los países UVA, que incluye a Ucrania, Venezuela y Argentina. En este caso, a diferencia de BRICS y MINT, el termino UVA sirve para agrupar a países que están atravesando por serios problemas y cuyo riesgo de inversión, el llamado riesgo país, es muy alto. De hecho, estos tres países tienen de los riesgos de inversión más alto entre las economías emergentes. Eso quiere decir que son poco atractivos para la inversión privada. En el caso de Ucrania se combinan una situación política muy grave creada por las ambiciones imperiales rusas de anexarse Crimea y tal vez el país entero, con desbalances macroeconómicos importantes, de déficits fiscal y comercial entre otros. En el caso de Argentina, un intervencionismo estatal exacerbado ha llevado a ese país a una elevadísima tasa de inflación, fuerte devaluación de la moneda e incluso temores de cesación de pagos de su deuda externa, entre otros males. En el caso de Venezuela se combinan los dos tipos de problemas; problemas de creciente inestabilidad política con problemas de pésima gerencia económica. De los tres países, Venezuela es posiblemente el que menos razones tenga para estar en la situación en la cual se encuentra en razón de la muy prolongada bonanza de ingresos petroleros con que ha contado. Sin embargo está allí. Es lamentable que cuando pasamos a hacernos parte de un neologismo de uso internacional sea para designar un mal desempeño y un mal pronóstico.
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