Las últimas encuestas (Keller y otros) registran un enorme deslave del apoyo popular a Maduro, acelerado por la inseguridad y violencia desatadas; insufrible escasez de alimentos, medicinas y de todo lo necesario para una vida digna; y la inminencia de otro estallido inflacionario por la brutal devaluación del 722% del Sicad II, que coloca el salario mínimo en apenas 60 dólares mensuales. Una mirada a nuestro sector productivo, salud, educación, seguridad, vivienda y servicios, nos muestra un país en ruinas, empobrecido y endeudado a pesar de haber ingresado en estos 15 años muchos más recursos que en los 40 años anteriores. El más del $ millón de millones recibidos por el régimen, fueron derrochados en alimentar “revoluciones” del continente; en regaladera (17 de los 22 países que no permitieron a María Corina hablar en la OEA reciben de Venezuela petróleo barato y hasta regalado, y de muchos de ellos importamos alimentos y otros bienes que ya no producimos). Se dilapidaron también en armas, corrupción (las fortunas de los boliburgueses están “guindando” ahora en EEUU) y en clientelismo electoral, no en erradicar la pobreza, pues está claro que la revolución necesita pobres eternos.
Las acusaciones de Maduro al “Imperio” y a la “derecha fascista” de una inventada “guerra económica” ya no las creen ni los chavistas. Según la encuesta Keller 64% cree que Maduro perdió el rumbo y es el culpable de la escasez; 54% que está controlado desde Cuba por los Castro; 62% cree que habrá un colapso general y 63% no descarta un estallido social. Con las sucesivas devaluaciones del bolívar, Maduro devaluó también al chavismo: 60% prefiere un gobierno democrático y 35%, uno revolucionario. No ha podido acabar con las protestas estudiantiles, a pesar de las tanquetas, de los millones de bombas lacrimógenas y perdigones, y de la alianza delictiva entre la GN y los motorizados criminales que financia su gobierno. Se comprobó de nuevo esta semana en el asalto a las urbanizaciones La Trinidad y Palaima de Maracaibo, donde sus grupos terroristas, protegidos por la GNB, quemaron vehículos; violentaron numerosas viviendas, robaron todo lo que encontraron a su paso y hasta intentaron violar a varias jóvenes.
El mundo está convencido de que Maduro ha devenido en dictador que viola los derechos humanos, reprime, tortura y encarcela a estudiantes por protestar y a alcaldes opositores elegidos masivamente por el pueblo los condena y despoja inconstitucionalmente de sus cargos, como hace también con la diputada Machado. Para ello cuenta con un tsj que, como dijera el valiente alcalde Ceballos, “no está compuesto por magistrados que deben atender la justicia, sino por verdugos que cumplen instrucciones de una dictadura”. Varios parlamentos mundiales, organismos internacionales y numerosas personalidades han expresado su condena.
Ni sus socios de Unasur se creyeron el cuento de la conspiración de 3 generales detenidos porque “preparaban un golpe”. Asustado porque hasta sus “panas” sureños se llevaron los videos con las torturas y represión dictatorial, Maduro se quejaba este jueves de que “la oposición no quiere diálogo (… ) tengo 5 semanas llamándolos y no vienen”. Tan falso lloriqueo es simultáneo con la vuelta de la represión militar en todo el país; con la ocurrencia del monstruoso asalto de sus grupos terroristas en Maracaibo; con la noticia de que el fugado asesino de la Sra. Urquiola es un presidiario con enorme prontuario, liberado por la Fosforito y miembro de los grupos violentos oficialistas.
“No se puede hablar de paz reprimiendo”, dice coordinador de Provea, pero Maduro sigue mintiendo mientras su lugarteniente carcelaria libera a criminales para que refuercen la cacería oficial contra las protestas; envía a la cárcel de Uribana a 14 estudiantes, recluidos desde el 12 de febrero en el Core 2; cuando vecinos del Táchira denuncian que en la residencia del gobernador Vielma se resguardan y entrenan a motorizados que siembran el terror y asaltan urbanizaciones. Y broche de oro del inefable Arreaza: crea una Comisión de DDHH integrada por represores y violadores de esos DDHH.
Nada es eterno y mucho menos el “poder” de Maduro tan asediado por la escasez, inflación, violencia, corrupción, condena mundial y la persistencia estudiantil de no cesar sus protestas hasta reconquistar la paz y la democracia perdidas.