Una visita a la Torre de David: El rancho más alto del mundo (Fotos)

Una visita a la Torre de David: El rancho más alto del mundo (Fotos)

Tiene un helipuerto, fabulosas vistas al cerro El Ávila y amplios balcones para las parrilladas del fin de semana.

Sin embargo, este rascacielos de 45 pisos en el centro de la capital venezolana, Caracas, no es un hotel de cinco estrellas ni un elegante edificio de apartamentos: se trata de un barrio vertical, probablemente, el más alto del mundo.

Por Andrew Cawthorne y Jorge Silva/Reuters





Bautizado como la “Torre de David”, el edificio iba a ser sede de un nuevo centro financiero en la urbanización San Bernardino, pero fue abandonado alrededor de 1994 después de la muerte de su creador -el banquero y criador de caballos David Brillembourg- y del colapso del sector financiero venezolano.

Los ocupantes ilegales invadieron el enorme esqueleto de hormigón en el 2007 y el Gobierno socialista del entonces presidente Hugo Chávez se hizo de la vista gorda. Ahora, cerca de 3.000 personas llaman a la torre su casa.

Aunque muchos caraqueños la ven como una guarida de ladrones y símbolo de la rampante falta de respeto hacia la propiedad privada, los residentes creen que “La Torre David” es un refugio seguro que los rescató de los tugurios dominados por el crimen.

Al parecer -por ahora- la torre ha podido sortear la violencia que ha caracterizado la toma de edificios similares en Caracas durante la última década, a menudo, puesta en marcha bajo la bandera de la revolución socialista de Chávez.

Las áreas comunes lucen recién pulidas, las normas y turnos se publican en todas partes y el incumplimiento se castiga con “trabajo social” extra decidido por una cooperativa y delegados de piso que componen un mini-gobierno.

“Sin ética ni principios todo es irracional”, se lee en un cartel de un área pública.

Cuando la torre fue abandonada, la construcción estaba lo suficientemente avanzada en los primeros 28 pisos para ser habitable. No obstante, los ocupantes ilegales han tenido que colocar ladrillos en los peligrosos espacios abiertos e instalar su propia plomería básica, sistemas eléctricos y de agua.

Las familias pagan unos 200 bolívares (ó 32 dólares) mensualmente por cargos de condominio, que ayudan a financiar las patrullas de seguridad las 24 horas.

“Más seguro adentro que afuera”

“Hay bastante más orden y menos delincuencia aquí adentro que afuera en la calle”, dijo la residente del piso 27, Thais Ruiz, que exuda alegría en un sillón mientras sus hijos juegan y su marido cumple su deber semanal de barrer el pasadizo.

En una historia común a la de muchos habitantes, Ruiz, de 36 años, abandonó el violento barrio de Petare, en el este de Caracas, para construir un amplio apartamento de cuatro habitaciones en la torre, donde vive con su esposo y sus cinco hijos.

La familia pagó una pequeña suma por un espacio de lo que se suponía iba a ser una oficina de lujo con una vista increíble.

Mientras edificaban el apartamento vivían en una carpa, pero con los años pudieron subir ladrillos, muebles, tanques de agua -y el equipo para la parrilla- a través de los 27 pisos.

“Nunca antes había vivido en un apartamento. Estamos súper cómodos ahora”, dijo Ruiz. “Teníamos que salir de Petare. La gota que derramó el vaso fue cuando mi hermana estuvo atrapada en un tiroteo entre bandas de malandros. Se asustó mucho pero salió ilesa. Una vez, apareció un cadáver en nuestra puerta. Aquí, dejamos la puerta abierta”.

Pocos niegan que las condiciones sean precarias.

Pero una niña murió hace unos años al caer a través de un hoyo en la pared y un motorista ebrio resbaló de un piso alto y se mató. La policía ha allanado el edificio un par de veces en busca de secuestrados, atrayendo la atención de los medios.

La torre apareció como telón de fondo en un episodio de la serie de televisión estadounidense “Homeland”, donde el protagonista Nicholas Brody es retenido sospechoso de terrorismo.

Aunque filmado principalmente en Puerto Rico, el episodio incluye tomas reales de la torre y tiene una escena donde se lanza a un ladrón desde uno de los pisos del edificio.

Pero es la calidad única de la torre -cuyo nombre previsto era “Centro Financiero Confinanzas” antes de que el grupo fuera intervenido por el Estado- la que ha atraído la atención más allá de Venezuela.

Documentales y análisis sobre ella se han presentado en festivales de todo el mundo: un proyecto sobre la torre ganó el León de Oro en la Bienal de Arquitectura de Venecia en el 2012.

“Invasiones”

La mirada de la torre, a veces romántica, tiende a pasar por alto la actividad criminal asociada con “invasiones”, comunes antes de Chávez, pero que proliferaron durante su Gobierno.

Una mujer apodada “Comandante Manuitt”, una confesa seguidora de Chávez, ayudó a liderar una ola de invasiones en Caracas durante el 2003. Fue detenida al año siguiente por cargos de incitación a la violencia, resistencia a la autoridad, y porte ilegal de armas de fuego.

Ese año, un líder invasor rival, que a menudo se enfrentó con la Comandante Manuitt, recibió un disparo en un asesinato con visos de sicariato.

Los vecinos de la zona que rodea la torre se han quejado de frecuentes robos, atracos en cajeros automáticos y el tráfico de drogas en las narices de las autoridades.

Los residentes insisten, sin embargo, en que los delincuentes han sido identificados y expulsados ??en los últimos 18 meses, y un nuevo liderazgo mantiene la casa en orden.

“Todos dicen que somos una pila de ladrones y malandros aquí. No es cierto. No somos invasores, somos ocupantes de espacios vacíos”, argumentó Luis Pinto, residente de 63 años.

Pinto es ex empleado del Gobierno y ahora conduce un taxi durante el día antes de llegar a dormir a su espacioso apartamento todas las noches. Cuando llegó por primera vez, hace cuatro años, dormía en una hamaca.

“A veces estoy llevando a clientes y miran para arriba a la torre y dicen ‘Dios, mira esos malandros allí’. Me quedo callado, pero cuando termina la carrera, les digo ‘Oye, yo vivo en la Torre David, y no soy malandro. Ven a tomar un café conmigo cuando quieras y te muestro cómo vivimos'”, recordó.

Aunque la torre podría ser vista como una crítica a su política habitacional, sus habitantes, lucen fieros chavistas.

Carteles de Chávez, bajo la frase “Comandante Eterno”, adornan las paredes. Algunos tienen fotos de él al lado de sus camas. Y es que el ex presidente, que murió el año pasado de cáncer, habló con afecto de los habitantes de la torre.

“El legado de Chávez son los valores que ves aquí en esta torre”, dijo Nicolás Álvarez, un cineasta de 38 años que llegó a la torre para dar cursos de fotografía, pero que terminó mudándose allí tras casarse y luchar infructuosamente por conseguir un hogar.

“Lo que hizo Chávez fue despertar el sentido que todos tenemos, el derecho de vivir en este planeta”, agregó.

Una jerarquía informal existe, sin embargo.

A pesar de que se requiere más fuerza para llegar a los pisos más altos, estos son más frescos y sin el olor de las aguas negras de la parte inferior. Y sólo los pisos superiores tienen grandes balcones donde los vecinos se sientan alrededor, escuchan salsa o asan la carne en parrillas.

La torre también cuenta con tiendas, un dentista y un salón de belleza. En una terraza del piso 27, bañado por el ocaso del sol, los hombres juegan al dominó con sus vecinos.

“No nos hace falta ir al Hilton, ¿verdad?”, dice uno, sonriendo.

(Escrito por Diego Oré; Reporte adicional de Brian Ellsworth; Editado en español por Silene Ramírez)