Hubo sorpresas por la aceptación del gobierno de un “dialogo on line” con la oposición. Pero más de cuarenta muertos, cientos de torturados y miles de presos, y un setting extendido de ingobernabilidad de un gobierno que se pega al poder con la violencia, conformado por una especie de mix de lumpen, universitarios y militares comunistas subestimó a dirigentes de la oposición, quienes, era obvio, debieron lucir mejor preparados, particularmente en demostrar el fracaso del modelo político traído del jurásico cubano, un régimen de servidumbre del Estado, un esquema no para gobernar sino para repartirse la renta de los activos públicos y privados.
Los comunistas pensaron que con cartillas ideológicas de fracasado formato podrían responder por la inmensa torta montada sobre una hiperinflación, escasez de decenas de bienes de consumo masivo, estancamiento económico y en ruta a un default generalizado de miles de millones de dólares en pasivos públicos, en cuentas por pagar de PDVSA, empresas del Estado y del propio gobierno, generada por una curiosa agenda de endeudamiento que ha caminado a la par de la descapitalización de la industria petrolera y por ende de la caída de la renta del petróleo.
Las alarmas en el servicio de la deuda pública documentada del gobierno y PDVSA hacia finales 2014 y comienzos 2015 están activadas. Venezuela es el segundo país en el mundo de acuerdo a los grandes riesgos que exhibe, Venezuela es el destino de mayor riesgo en el mundo para inversionistas locales y extranjeros, incluido petroleros. todos generados por una agenda de empobrecimiento, conditio sine qua non para el ejercicio del poder político total.
¿Un diálogo para detener el colapso fiscal?
La economía muestra un nivel de deuda global que ha estado artificialmente apalancada por una tasa de cambio que no refleja la pérdida del poder de compra del bolívar, y ha perturbado los precios relativos y configurado una voluminosa escasez de bienes y servicios, cuya dependencia fiscal indica que la escasez es ahora parte de los mecanismos de dominación política y de control social, similar a como en ocurre en Cuba por más de medio siglo. El récipe cubano comienza a aplicarse en Venezuela, el gobierno mando a imprimir tarjetas de alimentación, es decir, el racionamiento de alimentos está en la agenda de largo plazo del gobierno.
Pero, la sinceración de precios y la tasa de cambio, pervertidos por SICAD, I, II ocurrirá más temprano que tarde, con impacto económico y financiero que hará inviable el actual esquema fiscal sentado sobre la hiperinflación por financiamiento monetario del déficit fiscal y el control de las importaciones. El impacto sobre las finanzas públicas, en términos, no solo del nivel de deuda respecto del PIB, sino de la renta del petróleo y el servicio de esa deuda global, develara el manto de ignorancia montado sobre el poder de compra del bolívar oficial. Las devaluaciones en quince meses que han llevado el bolívar de 4.3 a 50 unidades por dólar, no han podido detener la demanda precautelativa que existe en el mercado por moneda dura.
El dialogo mostro al mundo de la incapacidad intelectual de ministros y dirigentes del gobierno, con quince años en el poder, que como “tirapiedras” en un escenario no tienen respuesta a los temas económicos y sociales más elementales. Su discurso proveniente de dinosauriaje cubano, no da respuesta a esos problemas que ellos mismos han causado, no solo por agenda sino por consecuencias no intencionadas, y ello, pese al volumen de recursos financieros con que contaron en los últimos diez años por el crecimiento de precios del petróleo, lo cual no ha podido detener el previsto daño colateral causado por caída de la producción de petróleo en casi un millón de barriles diarios en ese mismo periodo, dada la agenda fiscal redistributiva que se estableció sin control ni contrapeso para imponer un régimen político en base a la servidumbre del Estado y destrucción de la economía privada. Por su parte, la oposición oficial, aunque se anota un triunfo, se observa que aún persiste anclada en una babel ideológica brotada de la confrontación política que en quince años la ha chantajeado ideológicamente y no le ha permitido configurar propuesta de país distinta sustancialmente a la de Chávez y Maduro han creado.
Entre acreedores te veas: bancos, China, Rusia, Cuba y….
De por sí, el primer dialogo demostró que detrás de esa componenda política y de una eventual cooperación de la oposición con el gobierno estará destinada a dejar tranquilos a los grandes poderes económicos, financieros, y políticos que han patrocinado el dialogo, la cuerda de acreedores de Venezuela: China (petróleo y deuda), Rusia (armas y conveniencia geopolítica), banca internacional temerosa de un contagio, Mercosur y Colombia (alimentos y petróleo), Cuba (subvencionada financieramente por el presupuesto venezolano), organismos multilaterales (FMI, nervioso por las consecuencias de un default venezolano y su impacto en los portafolios de deuda brasileña, argentina y otros países del sur; estos son los latrocinantes del “dialogo”, temerosos que la ingobernabilidad, causada por la protesta social de calle y un mal gobierno impidan el cumplimiento de las obligaciones financieras y económicas de Venezuela a todos sus clientes allende los mares!!
La economía está atrapada en dos severas crisis; de balanza de pagos, por caída de la renta petrolera, por los malos acuerdos con Petrocaribe, China y otros, lo que disminuyo drásticamente la disponibilidad de petrodólares, reservas internacionales; y por la otra, una crisis fiscal montada en un régimen político sin contrapesos institucionales , que impulso una expansión fiscal no sustentable, dada la caída de la renta del petróleo, y con el costo de hiperinflación y potencial default generalizado, en medio de un ambiente de escasez.
Esa expansión fiscal inducida políticamente fracaso con la caída de la renta petrolera poniendo en movimiento las impresoras de dinero del BCV para financiar el colosal déficit fiscal generado. El colapso fiscal se lee entre las barreras de la improvisación y en la posibilidad que los venezolanos puedan vivir en ilusión monetaria producida por un discurso que no puede pagar ni el pollo ni la leche ni la arepa y con una caída brutal del poder de compra del salario real.
Quién paga y quién cobra por el diálogo
En esas condiciones, ya sabemos quiénes y porque se preocupan por Venezuela. Tanto acreedores y deudores, los primeros porque el gobierno al controlar importaciones de alimentos y no disponer de caja para su pago recurrió a su alianza política y compromisos realengos con Brasil, Argentina, Uruguay y Colombia, y así disponer de alimentos, cuyos pagos se atrasan, como ya lo podemos observar en el funcionamiento del SICAD II donde los mecanismos de liquidez –similares a los de CADIVI- impiden los pagos en moneda dura; en el Mercosur hay serias grandes preocupaciones que el gobierno de Maduro no sea sustentable, y pare “las patas” con tantas cuentas que pagar. También se preocupan quienes prestan servicios en la industria petrolera, contratistas, proveedores de PDVSA, socios, dado que las deudas de PDVSA con ellos son enormes, que el temor a un default encadenado en sus cuentas por pagar a socios y acreedores afecte sus posiciones en el petróleo venezolano.
En ese orden, también lo están los cubanos, quienes aprendieron que la protesta en la calle puede dislocar el régimen, y por ello tener que pagar una factura financiara similar cuando cayó el comunismo ruso y que lleno a la Cuba de hambre. Otros preocupados son los perros de la guerra, Rusia y Bielorrusia, a ellos se les deben miles de millones de dólares en armas y chatarra de guerra. Y finalmente, China, que pone real y cobra con petróleo que ya no va a CITGO, esa cuerda se tensa y próxima a romperse.
Y finalmente los multilaterales, gobiernos en USA, Europa y bancos por el impacto que pueda causar en los mercados un default venezolano. En otras palabras la inestabilidad política madre de muchos problemas económicos y financieros, nos muestra el coro de preocupados en el dialogo, para una tragedia que comienza y termina con petróleo, la maldición del Estado que administra un recurso del subsuelo.