Quién iba a creerlo. Vladimir salió al ruedo pidiendo una prueba de amor para el diálogo. Que lo inviten a comer helado, que lo lleven al cine, que le de den un besito porque, como canta Pablo, “a este amor de nosotros le hacía falta carne y deseo también”. Recuerda al Galáctico, besos van y besos vienen, dando y pidiendo pruebas de amor en las campañas electorales.
Parece un marciano recién llegado a la tierra que no encuentra explicaciones a nada de lo que ve, que no sabe quién es quien, en este escabroso juego del diálogo. Parece que olvidó aquellos días cuando, tras marcar distancia con la “reforma constitucional”, su despacho en la Casa Amarilla mereció la visita secreta de las huestes rojas y fue marcado como indeseable y “traidor” a la causa. Entonces, el Galáctico ofrecía “como prueba de amor” la reducción de la jornada laboral a cambio del voto incondicional de las masas, que no llegó suficientemente para imponer las modificaciones constitucionales que pretendía.
Creo que Vladimir debería saber que el único que puede darle esa “prueba” al diálogo es su pana el “presidente obrero”. Nadie más. Soltar a Simonovis y a los policías presos, por ejemplo, liberar a los estudiantes y ordenar que limpien los expedientes montados o permitir el regreso de los exilados políticos. Cualquiera de esas opciones serían excelentes “pruebas de amor”. Ese “besito” que pide Vladimir. Pero no. Lo único que hay son “pruebas de odio” como las masivas detenciones de niños que se rebelan a ser adoctrinados y sumisos. Porque además, parece que Cilia, perdón, Diosdado, se pondría rabioso y el gobierno “humanista” temblaría.
Tengo la impresión de que a Vladimir le ofrecieron un besito y no se lo dieron, para que hiciera las veces de mediador. Por lo que de tanto ir y venir se puso cursi el pana y a falta de mejor argumento para tratar de recomponer las cosas acudió a la babosa y manida metáfora.