Muchos se preguntarán qué gana la oposición sentada en esa mesa. Otros, disparando desde el hígado, acusan a la MUD de colaboracionista o de llevar una agenda oculta para intereses personales o partidistas. La respuesta estratégica es sencilla: todas las encuestas hablan de que un porcentaje muy alto de la la población cree que el gobierno y la oposición deberían tratar de dialogar, como ocurre en todos los países serios del mundo, para acordar soluciones de Estado que apunten a resolver la grave crisis del país. La MUD no puede aparecer enajenada al sentimiento mayoritario independiente de que exista plena conciencia de la inutilidad en términos prácticos del mismo.
Una vez culminado el debate, debe estar muy claro ante la opinión pública nacional e internacional, que la visión totalitaria e ideologizada del Cabello-madurismo impidió conciliar intereses, dejando claro ante el mundo que la única vía para resolver la crisis es sustituyendo la élite gobernante.
Por otra parte, al participación activa del Vaticano hará que el PSUV pague un alto costo moral y político por el fracaso del debate. Despreciar el poder espiritual de la iglesia, basándose en el concepto marxista del materialismo histórico, es completamente ajeno a la idiosincracia del venezolano y muy distante al discurso mágico religioso del Finado comandante supremo.
Ese falso “diálogo” tiene que ser usado para denunciar al mundo los atropellos institucionales, la represión a mansalva contra niños, ancianos, trabajadores, educadores. El adoctrinamiento, la poca transparencia en el manejo de los recursos. En fin, esa debe y tiene que ser una mesa de denuncia para desenmascarar la violencia y el horror. Y ahí deben quedarse los miembros de la MUD hasta que los pateen de Miraflores o los lleven presos.
El diálogo no es ni debe ser la estrategia política de la oposición. La alternativa democrática debe luchar en todos los tableros posibles que apunten al objetivo estratégico central: ampliar y consolidar la nueva mayoría política y social para derrumbar las ineficientes instituciones de cartón rojo.
El mayor legado de estos meses de protesta se encuentra en la des-polarización del país. Contrario o lo que opinaban algunos encuestadores tipo Luis Vicente, después de 75 días de protesta, Venezuela se encuentra hoy dividida no entre opositores, chavistas (Cabello-maduristas) e indiferentes, sino, de acuerdo al IVAD, entre descontentos (más del 70% del país) y aquellos que soportan al gobierno del PSUV , lo cual no implica necesariamente apoyo, (entre 25 y 30%). El país cambió como resultado del descontento y la locura desatada en términos de represión. Una vez que la mayoría descontenta decida sacar del poder al PSUV, no habrá lacrimógena o esbirro que detenga ese poder, aún cuando en el camino la oposición haya tenido que dialogar con el mismo Satanás.
Carlos Valero
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