En diciembre de 2013, el barco en el viajaba el ecólogo Carlos de la Rosa por el río Puerto Viejo, en el noreste de Costa Rica, pasó lentamente y en silencio cerca de un caimán de anteojos (Caiman crocodilus) que disfrutaba plácidamente en la orilla. El científico se quedó impresionado cuándo observó cómo un par de insectos revoloteaban en las comisuras de los ojos del reptil, sin que este se molestara, y parecían beber sus lágrimas. El científico y otras personas que iban en la embarcación fotografiaron y grabaron en vídeo el poético momento con una emoción apenas contenida durante un fantástico cuarto de hora. ¿Quién dijo que las lágrimas de cocodrilo son inútiles? abc.es
El ecólogo, director de la Estación Biológica La Selva de la Organización para Estudios Tropicales en San Pedro, Costa Rica, explica lo sucedido en la revista Frontiers in Ecology and the Environment de la Sociedad Ecológica de América. «Fue uno de esos momentos de historia natural que desearías ver de cerca», afirma. «Pero, ¿qué estaba pasando? ¿Por qué los insectos utilizaban este recurso?», se pregunta.
Proteínas y minerales
Aunque abundante en el océano, la sal es a menudo un recurso escaso y valioso en tierra, especialmente para los herbívoros. No es raro ver a las mariposas bebiendo agua cargada de minerales de los charcos de barro. Cuando estas sustancias son escasas en el suelo, los animales a veces reúnen sal y otros minerales y proteínas del sudor, las lágrimas, la orina e incluso de la sangre.
De la Rosa había visto en el Amazonas mariposas y polillas alimentándose de las lágrimas de las tortugas y algunos caimanes. Este comportameinto (lachryphagous) también ha sido visto recientemente por los biólogos en las abejas, pero no se conocía hasta qué punto era común. De la Rosa investigó en internet y se sorprendió de la cantidad de turistas ocasionales, fotógrafos profesionales y científicos que han observado algo semejante, así que concluyó que el fenómeno no puede ser tan raro como creían los biólogos, sino que, simplemente, es difícil de presenciar.
La búsqueda en la literatura científica le reforzó esta idea. Encontró un estudio detallado de las abejas que beben lágrimas humanas en Tailandia, así como una historia de una abeja sorbiendo las lágrimas de una tortuga de río en el Parque Nacional Yasuní en Ecuador. De la Rosa cree que esta experiencia nos indica que el mundo natural todavía tiene muchas sorpresas. «He aprendido que tengo que llevar una cámara conmigo las 24 horas los siete días a la semana, porque nunca se sabe lo que vas a encontrar cuando caminas hacia la oficina o al comedor», asegura. No le falta razón, ya que De la Rosa, experto en insectos, tiene más de 450 especies no descritas en su laboratorio.