PERFIL: Jacinto Convit, humanidad vuelta ciencia

PERFIL: Jacinto Convit, humanidad vuelta ciencia

“¡Quítenle las cadenas porque ése es un ser humano!”, gritó un médico residente a dos funcionarios de seguridad armados que traían, en contra de su voluntad, a un paciente a la Leprosería de Cabo Blanco, ubicada en Maiquetía, estado Vargas.

A continuación un reportaje publicado en el blog Jacinto Convit del 30 de junio de 2012
jacinto-1 Corría el año 1938 y el médico era Jacinto Convit quien, con apenas 24 años iniciaba una cruzada contra la lepra que, por amor al enfermo, no abandonaría nunca.
Maidolis Ramones Servet / Maracaibo/30 de junio de 2012 
“Los enfermos eran aislados a la fuerza, legalmente, pero a la fuerza. Era lo que se llamaba aislamiento compulsorio, donde el paciente e inclusive los familiares sufrían la presión de las autoridades sanitarias”, recuerda el médico venezolano, reconocido mundialmente por haber encontrado, en 1987, la vacuna contra la lepra, una enfermedad históricamente incurable, mutilante, vergonzosa y estigmatizada, desde al menos dos mil años antes de Cristo.
“Cuando el hombre tuviere en la piel de su cuerpo hinchazón, o erupción, o mancha blanca, y hubiere en la piel de su cuerpo como llaga de lepra, será traído a Aarón el sacerdote o a uno de sus hijos los sacerdotes. Y el sacerdote mirará la llaga en la piel del cuerpo; si el pelo en la llaga se ha vuelto blanco, y pareciere la llaga más profunda que la piel de la carne, llaga de lepra es; y el sacerdote le reconocerá, y le declarará inmundo”, se señala en La Biblia (Levítico 13, 1-2).
Para Jacinto, más allá de ser premiado por la Organización Panamericana de la Salud, estar en la lista de los hombres más valioso de la Organización Mundial de la Salud, ser premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica (1987) y tener una nominación al Premio Nobel de Medicina (1988), su mayor logro con sus investigaciones y vacuna es haberle devuelto los derechos humanos a los pacientes con lepra.
“Nunca ha trabajado para ser famoso o reconocido, mucho menos rico. Su trabajo incansable y apasionado ha sido por amor a la humanidad. No es un científico que inspire miedo o distancia. Su presencia es sinónimo de respeto, paz y dedicación”, describió Ignacio Moreno, psicólogo social, quien trabaja directamente con Convit en la producción de herramientas comunicacionales para la difusión de avances científicos.
Jacinto Convit García nació el 11 de septiembre de 1913, en la populosa parroquia La Pastora, de Caracas, fue uno de los cuatro hijos de un español de origen catalán nacionalizado venezolano, Francisco Convit y Martí, y de madre venezolana Flora García Marrero, de origen canario. Se trataba de una familia consolidada, si se quiere pudiente y de consagrados valores, que se vio enfrentada a una sorpresiva crisis económica.
“El papá de mi abuelo perdió la mayor cantidad de su dinero en una especie de fraude o negocio familiar. Fue robado o engañado por otro miembro de la familia. Mi abuelo me cuenta que hubo una época en la que se prestaba los zapatos con los hermanos para poder ir al colegio”, contó su nieta, Ana Federica Convit, a quien con cariño todos llaman “Kika”.
Los ojos, azules y de mirada penetrante de Convit, hubieran preferido quedar ciegos antes de mirar con asco o desprecio a un paciente con lepra o con cual otro tipo de enfermedad.

“De niño, me cuenta que lloraba cuándo veía a un enfermo. Poseía una especie de don para sentir lo que el paciente estaba sufriendo y lloraba, lloraba mucho. Creo que colaborar con acabar con el sufrimiento de la humanidad fue lo que lo llevó a ser médico”, afirma Kika.





Es tal su sensibilidad que después de más de 70 años de ejercicio profesional inagotable, ve a un paciente con la misma sensibilidad con que hizo una revisión médica la primera vez: “Los trata con un respeto y una delicadeza increíbles. Otro en su lugar y con tanta trayectoria pudiera pensar que se trata de un enfermo más, pero no, cada paciente para él es único”, reafirmó Ignacio Moreno.
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