A estas alturas, comenzando la tercera semana de mayo, pareciera claro que el tan cacareado diálogo entre el Gobierno y la Mesa de la Unidad Democrática es incapaz de generar esperanzas de que vaya a llegar a algo. Aún así, dentro de la niebla opaca de los medios controlados y de los medios atemorizados, el diálogo mas bien abstracto entre la MUD y el Gobierno, aunque sólo sea arrastrar el tiempo, es una de las dos vías importantes de comunicación que tiene la oposicion organizada para comunicarse con el país y plantear lo que la gente quiere.
La otra vía de comunicación es la protesta en la calle, las exigencias populares a través de la acción de manifestantes, encabezados por los estudiantes. Ambos sectores han dejado claro que quieren ir por sus propios caminos, aunque sería de desear una mejor relación en aras de la eficiencia. Los estudiantes deberían plantear claramente temas que quieren que la MUD incluya en su estrategia de diálogo; no sólo que digan qué piden, sino que impongan temas y objetivos a la MUD.
Los partidos de la Mesa de la Unidad, prudentemente, han dejado claro que ni incitan ni controlan a los estudiantes, pero sería muy popular que al menos los defendieran firmemente contra los excesos y la crueldad de la represión que les aplica el Gobierno a través de uniformados y motorizados. No deberían olvidar esos partidos que hay un amplio movimiento de opinión pública que los respalda, y que tras cada estudiante hay varios familiares y amigos. Deben tener muy en cuenta esos partidos y sus dirigentes que al Gobierno lo que más lo afecta y le interesa es la opinión pública, y es dentro de ella donde se desenvuelve el sector estudiantil.
La opinión pública también recibe y refleja principalmente las quejas y molestias de la gente, que en estos momentos se concentran en la frustración por la economía, vale decir, la inflación empeorada por el desabastecimiento y la inevitable devaluación. También allí deberían actuar, con principalísima energía, los partidos integrantes de la MUD; no sólo señalando lo que ya el público padece, sino especialmente señalando caminos de solución, y decirlo claramente.
No sólo decir “esto pasa por culpa del Gobierno, que es ineficiente”, sino precisar “esto es lo que hay que hacer y es lo que nosotros vamos a hacer”. Chávez y el chavismo llegaron al poder porque los partidos gobernantes se desenchufaron de la opinión pública, porque se lanzaron como hienas a destrozar el programa económico de Carlos Andrés Pérez –quien, acosado por su propio partido, curiosamente no supo defenderse políticamente- y dejaron así a la ciudadanía sin sueños a los cuales aferrarse. Chávez ofreció cortarle las cabezas a los políticos y darle a cada venezolano su parte correspondiente de la riqueza petrolera.
Durante el segundo Gobierno de Pérez la democracia venezolana aumentó su abotargamiento, y el Gobierno de Caldera le borró cualquier última ilusión a la gente común y corriente, y a quienes se suponía eran los dirigentes nacionales del país. La intelectualidad y la aristocracia venezolanas, muchos empresarios y los medios de comunicación, con contadas excepciones, dieron por muerta a esa democracia de cuarenta años y se plegaron a los militares golpistas, los exaltaron, los embanderaron de héroes. ¿No fue acaso uno de los padres de la golpeada democracia, Rafael Caldera, quien dio justificación ética a un golpe de estado mientras la sangre de los muertos y heridos todavía estaba fresca en las calles?
Dirigentes políticos de la MUD y los estudiantes deben, ahora que tienen la oportunidad porque el Gobierno chavista sólo tiene el recuerdo santificado de Chávez, represión y propaganda avasallante, regresar al estilo Chávez de 1998: voy a dar a cada uno lo que le corresponde, no mas dólares para gobiernos extranjeros, sino más comida, empleos, seguridad y bienestar a cada ciudadano de este país.
Acostumbrados a tradicionalismos de nuestra historia, los venezolanos siguen buscando quien les resuelva sus problemas. Es allí justamente donde el Gobierno de Nicolás Maduro está fallando, no en balde en las encuestas hay coincidencia en la caída de la imagen de Maduro y el sostenimiento casi en un 50 % de Henrique Capriles y Leopoldo López. Por eso ya va siendo hora de que Capriles deje de escurrir el bulto y levante las banderas de los ofrecimientos que la gente desea. Que deje de perder tiempo, se quite la gorrita popular y se vista de jefe y salga al campo por la calle del medio. Y, aún mejor, de la mano con Leopoldo Lopez.