Un equipo de astrónomos del Observatorio Europeo Austral (ESO) cree haber hallado por primera vez la estrella compañera de un magnetar, descubrimiento que podría explicar por qué se crean en el universo estos potentes imanes en lugar de agujeros negros.
Desde hace 35 años los científicos buscan la explicación al origen de la formación de los magnetares, extraños remanentes superdensos de las explosiones de supernovas y millones de veces más potentes que los imanes más fuertes de la Tierra.
Habitualmente, cuando una estrella masiva colapsa por su propia gravedad durante una explosión de supernova puede formar un agujero negro o una estrella de neutrones, y los magnetares son una forma inusual de estas últimas, cuya formación se desconoce.
Para arrojar luz sobre el fenómeno, los científicos investigaron con el telescopio VLT (Very Large Telescope) el cúmulo estelar Westerlund 1, situado a 16.000 años luz de la Tierra, en la constelación austral de Ara (el Altar) que alberga una de las dos docenas de magnetares conocidos en la Vía Láctea: CXOU J164710.2-455216.
Estudios anteriores de este cúmulo habían llevado a pensar que nació de la explosiva muerte de una estrella, pero su elevada masa (40 veces más que la del Sol) contradecía la teoría de su formación, ya que habitualmente las estrellas tan masivas colapsan en agujeros negros.
Por eso la teoría de partida de este nuevo descubrimiento fue un sistema binario de dos estrellas muy masivas, pero no se había detectado ninguna estrella acompañante cerca del magnetar en Westerlund 1, así que los astrónomos utilizaron el VLT para buscarlo en otras partes del cúmulo.
Buscaron estrellas fugitivas -objetos que escapan del cúmulo a grandes velocidades- que podrían haber sido expulsadas de la órbita por la explosión de supernova que formó al magnetar y se descubrió que una estrella, conocida como Westerlund 1-5, aparentemente encajaría con esta hipótesis.
En la primera etapa de este proceso, la estrella más masiva de la pareja comienza a quedarse sin combustible, transfiriendo sus capas externas a su compañera menos masiva -que está destinada a convertirse en magnetar- haciendo que gire cada vez más rápido.
Después, la propia compañera llega a ser tan masiva que, a su vez, desprende una gran cantidad de la masa recientemente adquirida y una parte pasa de nuevo a la estrella original, la que todavía hoy se ve brillando: como Westerlund 1-5.
“¡Una forma de pasarse la “patata caliente” con consecuencias cósmicas!”, aseguró Francisco Najarro, miembro de la investigación, en un comunicado de la organización. EFE