Con total beneplácito recibí un simbólico obsequio del diario El Impulso: Una placa de agradecimiento por ser uno de los articulistas de uno de los importantes diarios del estado Lara, al cual le tengo gran afecto y respeto. Fui uno entre muchos y existe una razón institucional, de fondo, para ello.
Generalmente soy alérgico a los elogios, pero en este caso me honra esta singular distinción en todos los sentidos, como ciudadano venezolano, periodista y profesor universitario porque viene de un periódico cuya actividad calza perfectamente con los propósitos y visión del periodismo, en su más amplia concepción y dimensión.
Más allá de la gentil deferencia, lo interpreto en un gran deseo de El Impulso de subrayar la importancia de contar con un plantel de colaboradores plural, capaz de expresar con total libertad sus opiniones, diversas y contrapuestas, las cuales permiten el debate público y acentúan un sagrado ejercicio democrático: el derecho a la información.
Como articulista, nunca la gente de El Impulso me ha pedido cambiar un concepto u orientarlo hacia determinados fines. Jamás. En el diario larense impera el respeto hacia el colaborador, a la labor que realizan los periodistas y, sobre todo, al público. No así los personajes del gobierno nacional actual y del pasado período de Hugo Chávez, quienes creen erróneamente que los periodistas, los editores y los medios son sus enemigos porque publican noticias sobre escasez de alimentos, agresiones a estudiantes, corrupción a granel y las sucesivas violaciones a la Constitución Nacional, entre otros asuntos.
De allí que el hermoso gesto de El Impulso adquiere una trascendencia mayor en las actuales circunstancias cuando el gobierno de Nicolás Maduro pretende doblegar a El Impulso, El Nacional, El Universal, El Nuevo País y la mayor parte de los periódicos regionales mediante una especie de alicate a través de negar el suministro de papel.
Este emblemático regalo constituye la ratificación de que El Impulso y el resto de los periódicos venezolanos (aquellos que actúan con verdadero sentido del periodismo), creen, confían y apuntan hacia la libertad de expresión como derecho humano, como valor trascendental del hombre y una necesidad ciudadana en todo aquel país que se denomine democrático.
De allí que la placa que recibí, al igual que los otros articulistas, está cargada de una gran simbología porque expresa un compromiso ineludible para todo comunicador social, especialmente para quienes desde hace décadas hacemos periodismo en Venezuela como el principal norte de nuestras vidas.
Es un compromiso con la libertad de expresión, con la defensa de la labor profesional y, obviamente, de respaldo a los medios de comunicación social y su extraordinario plantel de periodistas, con quienes me solidarizo en esta mala hora que vive el país producto del ejercicio de un pésimo y atroz mandato gubernamental cuya pérfida mirada sigue dirigiéndose, injusta y arbitrariamente, hacia el mundo del periodismo.
Porque es importante acotar que en la actualidad el periodismo venezolano está siendo vilmente atacado por quienes detentan el poder con el evidente interés en silenciarlo, tarea harto difícil porque, parafraseando las palabras de Napoleón a sus soldados, al periodismo “…siglos de historia os contemplan”.
Agreden físicamente a los periodistas, les confiscan sus equipos, le niegan el papel periódico a los diarios y violan la descaradamente la Constitución (artículos 57 y 58), además de mofarse de la Ley del Ejercicio del Periodismo venezolana.
Pero, pese a toda esta gran arremetida oficialista, brutal y constante, el periodismo que realizan comunicadores y medios venezolanos se mantiene incólume, de pie, soportando y combatiendo la crítica y las arbitrarias medidas gubernamentales.
Sigo creyendo que el periodismo es el “gran sacerdote de la historia” y, más allá, una profesión ejercida por valientes defensores de uno de los principales derechos humanos como es la información, razón por la cual su compromiso siempre apunta hacia los ciudadanos y no hacia aquellos que transitoriamente ejercen el poder.
Los gobiernos – y principalmente sus oscuros personajes – pasan; los periodistas quedan. Para beneficio del periodismo, sin duda alguna. El reconocimiento de El Impulso es, en el fondo, un gran impulso al periodismo venezolano y así lo recibo con total gratitud.
@exequiades