El pasado miércoles 18 de junio se verificó lo que a muchos les parecía lejano: la salida de Jorge Giordani del gobierno; la cual estuvo avalada en un carta dirigida al Presidente Maduro, intitulada por su autor a los fines comunicacionales “Testimonio y responsabilidad ante la historia”.
Es un acto de pretendida absolución tardía y de profunda inconsecuencia política, llena de frases de pasquín revolucionario de cafetín; una serie de párrafos que trasluce un sangramiento por la herida de quien se ve abruptamente relegado del trato privilegiado que otrora le dispensaba el desaparecido príncipe.
Es el reclamo de un coheredero que se ve apartado por los otros descendientes, que conjurados, le niegan la legítima o cuota parte del acervo hereditario conformado por el “patrimonio del proceso de cambio y construcción de una sociedad socialista para Venezuela, que “no puede ser confiscado a nombre del propio Chávez ni pretender ser el actual Presidente su único destinatario y delegado”.
Giordani reclama su rol de protegido legítimo y recipiendario de la confianza del máximo líder. Le enrostra a Maduro y al “cogollo” que lo desplaza del “legado de Chávez”, la “casi dos décadas de permanente colaboración, como verdadero compañero de viaje”, el “intenso vínculo de carácter ideológico, personal, y programático” que los unió.
El otrora zar de las finanzas y la planificación centralizada, acusa de revisionismo al Presidente Maduro, de improvisar en el área económica por desconocimiento del tema y por dar preeminencia a lo político; su “grave decisión de desvincularse de la dirección de la economía nacional”; de volver a permitir las viejas pretensiones autonómicas de PDVSA en su actuación frente al Estado y la disminución de su aporte vía tributación y dividendos; propiciar “la creciente dependencia de los ingresos petroleros”, “el crecimiento de las obligaciones del gobierno en términos del aumento de la burocracia” y no atender “los justos compromisos para atender a los pensionados y jubilados”; no haber adoptado medidas oportunas contra los niveles de inflación de imposible mantenimiento; no atender “el problema estructural de la agricultura y la electricidad, de los precios relativos y las relaciones entre crecimiento e inflación” y generar “una nueva oleada de grandes gastos sin los requisitos diseñados, y con el agravante de los gastos aprobados por el «Gobierno de calle», decididos sin estudio previo, improvisados de hecho”.
Sin que pueda atribuírseme una defensa o exculpación al Presidente Maduro, no puede ahora Giordani lavarse las manos como Pilatos lavó las suyas a esta altura en virtud que fue su acción la que con sus premisas de crecimiento y parámetros de planificación de trasnochado centralismo alentó el incremento desmedido e injustificado de la burocracia, la desatención a la contratación pública de la Administración nacional y descentralizada (empresas del Estado, institutos autónomos y fondos parafiscales) volcadas a la configuración del Estado Bolivariano Socialista así como la correspondiente desatención a los pasivos laborales, recrudecida por la irresponsable aprobación de un régimen laboral insostenible y, por supuesto, la no previsión de los pasivos que genera.
El ex ministro y ex vicepresidente, borrando por minutos su “monalistica” expresión a la que nos acostumbró, expresa en su epistolar confesión turpituda su preocupación bifronte: “atacar la corrupción frenándola por un nuevo control de los grandes fondos del Estado” e “introduciendo nuevos mecanismos de manejo en el gasto público que le permitieran retornar a causes sostenibles en el tiempo”.
Olvida, el hoy disidente Giordani, su aporte eficiente a la configuración de un sistema de opacidad alarmante en el manejo de las finanzas públicas, entre otras razones, por la multiplicación de “los grandes fondos financieros del Gobierno, (FONDEN, Fondo Chino, Tesorería, Bco. Exterior, BIV)”, que generó “una percepción de corrupción en el manejo de esos fondos” (Sic).
La ausencia de transparencia financiera global y la debilidad institucional del control genera una corrupción sistémica o estructural de presencia, nada disimulada, en todas las instancias del sector público, convertida en regla de general aceptación de funcionamiento. No puede ahora olvidar Giordani que sus controles y regulaciones que funge como instrumentos de asfixia mecánica de la iniciativa privada y la pretensión de efectuar una asignación presupuestaria selectiva y políticamente sesgada, llevó a la configuración de hecho, como lo expresa el catedrático español Alejando Nieto, de una bien lograda y disfrazada “modalidad altruista en las que las autoridades-al estilo de los bandoleros románticos-roban y extorsionan no para lucrarse ellos personalmente (¿?), sino para repartir los beneficios, ya que no con los pobres, con un partido político del que actúan como agentes o cobradores”
No puede Giordani en una escueta carta, aspirar que “la historia lo absolverá” por el desmantelamiento del aparato productivo, por haber auspiciado el colapso de la producción nacional y cerrado irracionalmente el acceso a la divisas mediante un control, que cada vez que se movía en sus entrañas administrativas, conceptuales y normativas se hundía en las arenas movedizas de la ineficiencia, la corrupción y, obviamente, en el decaimiento de la actividad económica productiva generadora de recursos de fuente tributaria no petrolera. No quedará librada su conciencia por la condena al mercado de valores y la privación injusta de libertad y criminal de varios operadores bursátiles.
Su obstinada terquedad en torpedear cualquier solución al colapso de asignación de las divisas, ha generado inflación descomunal y una inédita escasez, no sabemos si ex profeso.
Giordani nunca artículo un equipo económico coherente de trabajo; se comportó como un inquisidor contra todo a quien manifestaba conductas o criterios que configuraban, en su miopía de estadista, falencias técnicas y conocimiento del aparato burocrático, una herejía a su catecismo revolucionario. La razón evidente de haber “sido Ministro por tanto tiempo” se debió, sin duda, a la influencia extrema que ejerció sobre el malogrado Presidente Chávez, quien también por deficiente formación y ausencia de aptitud de estadista lo tuvo como el maestro paciente y mentor ideológico, valiéndose el renunciante de la lisonja dialéctica del poder, “reconociendo siempre en (aquél) las dotes de un conductor de pueblos”.
En su carta, combinación forzada de rasgos autobiográficos con ideas mixtas escarbadas de ingestas bibliográfica comunista y propias tropicalizada, aspirante a convertirla para la posteridad en un manifiesto similar a “La Revolución Traicionada” del también defenestrado revolucionario León Trosky, Giordani no asume la responsabilidad de la inacción frente a propuestas para la armonización, coordinación y racionalización de la estructura tributaria, aún hubiese sido para la conformación del cacareado «sistema tributario socialista». Más por el contrario, permitió el establecimiento de una serie de contribuciones parafiscales confiscatorias, que erosionan las bases de recaudación necesarias para el financiamiento del presupuesto nacional, dispersa el control de gestión e imposibilita la medida de eficiencia del gasto público desconcentrado.
La planificación “democrática” y socialista que propugna Giordani, de la cual dice se aleja el Presidente Maduro, no es más que el apoderamiento de la voluntad de los agentes económicos y la interdicción de la iniciativa privada, en visión oscurantista y anclada en modelos que demuestran fracasos rotundos.
La salida del “ortodoxo” Giordani ni lo absuelve de su responsabilidad de lo que él denuncia, más intensa y grave que la del propio Maduro, ni significa necesariamente el inicio automático de un cambio de actitud hacia el empresariado ni mucho menos un golpe de timón en la conducción de la economía. No nos engañemos.
Leonardo Palacios Márquez