La conmoción estructural del “modelo” ha llevado la crítica interna a la opinión pública por altos voceros oficialistas que frente a la falta de explicaciones convincentes sobre las causas del fracaso se debaten en críticas que rondan con cinismo lo ético y los rebuznos ideológicos. Por eso vemos las acusaciones de corrupción entre los hijos del Difunto y señalamientos de haber abandonado su “legado” en la conducción de la economía para incriminar al gobierno por echarse en los brazos del neoliberalismo.
Ciertamente, hay mucho de ambas cosas. La corrupción es un factor de enorme peso que frena el progreso económico. Pero ella es hija del “modelo” que llevó al control del Estado a casi todo el sistema productivo. La orgía de expropiaciones puso en manos hambrientas de enriquecimiento fácil y rápido a miles de empresas que fueron quebradas. El control de cambios les dio un poder discrecional para hacer con el tesoro público un festín de Baltasar. Y los más relevantes críticos internos de lo sucedido fueron los principales responsables de la imposición y del mantenimiento del “modelo”.
Pero llegado el momento de la crisis la temperatura ha subido a un punto en el que solo se presagia más caos. Circunstancia que ha conducido a los acreedores, incluidos chinos y rusos, a empujar al gobierno a aplicar el nefasto paquete neoliberal. Lo que puso a Maduro a patear al Monje y a deshojar la margarita para ver si hace lo mismo con Ramírez. El hijo del Galáctico ha anunciado un “sacudón” en el gobierno. Amanecerá veremos.