Lo que sí sabía era que el niño podría marcar goles.
Fotos Reuters
“Ya traía el talento innato, él era un diamante que solamente había que pulirlo”, dijo Brenner, parado en la orilla de una cancha repleta de jóvenes, todos con la esperanza de convertirse en la próxima estrella del fútbol colombiano, mientras se preparan para un torneo.
“Desde las primeras prácticas él mostró esa capacidad, no sólo para jugar bien, sino esa capacidad goleadora, era un niño que casi en todos los partidos marcaba mínimo un gol”, sostuvo Brenner, al recordar el día que llegó Rodríguez, hace 16 años, a la academia que fundó en una zona de clase trabajadora.
El inexperto jugador, conocido simplemente como James, pasó seis años en la academia perfeccionando sus habilidades para unirse después a Envigado, un equipo de segunda división que juega cerca a Medellín, cuando todavía era un joven adolescente.
Nacido en Cúcuta, en la frontera con Venezuela, Rodríguez creció en Ibagué, sin su padre, también futbolista, que se fue de casa cuando él era un niño.
Mientras Brenner y otros entrenadores estiman que su talento es más producto de la preparación y la ambición, también reconocen que una parte es genética, transmitida por su padre, quien alguna vez participó en un Mundial juvenil con la selección colombiana.
“Era el hijo de un gran jugador y entonces todo el mundo lo consentía, cuando tenía tres o cuatro años, le pasaban la pelota”, dijo el técnico de fútbol Jorge Luis Bernal, un amigo de la familia que entrenó al padre de Rodríguez y dirigió un equipo que entrenaba cerca de la casa de James.
Rodríguez, cuya cara de niño es reconocible al instante en las fotografías que adornan la oficina de Brenner, es tal vez la revelación más grande en el Mundial de Brasil.
El talentoso mediocampista del Mónaco de Francia y sus compañeros de equipo han desatado un frenesí en Colombia, después de una ausencia de 16 años en un Mundial, con cuatro victorias consecutivas y 11 goles marcados.
Futuro prometedor
Colombia, que enfrentará este viernes al favorito y anfitrión Brasil, clasificó por primera vez en la historia a cuartos de final.
Las habilidades goleadoras que impresionaron a su técnico de la niñez, las ha mostrado Rodríguez en Brasil, en donde ha marcado cinco goles, que lo ubican como el máximo anotador del torneo.
“Creo que está a punto de convertirse en el jugador más importante en toda la historia del fútbol colombiano. Está a punto de ser el mejor jugador del Mundial”, afirmó Brenner, quien recibió la inesperada visita de Rodríguez en la academia hace dos años.
La “James-manía” es especialmente evidente en esta ciudad donde por primera vez el futbolista mostró un talento precoz y casi siempre enfrentaba a rivales más grandes.
“Es nuestro ídolo, nuestro orgullo”, dijo Eliseo Osorio, de 50 años, parado frente a la alcaldía de Ibagué, decorada con un gigantesca fotografía de Rodríguez.
“Siempre hemos tenido la creencia que es mejor que Falcao”, comentó Osorio, lleno de orgullo por su ciudad natal, refiriéndose a la otra estrella de Colombia, el delantero Radamel Falcao García, quien se perdió el Mundial por una lesión de rodilla.
En la academia, que tiene una lista de espera considerable a pesar de que cuenta con 200 cupos, los novatos sueñan con que un poco de magia de Rodríguez los contagie.
“Es nuestra estrella”, dijo Juan José Barrios, un niño de ocho años, antes del comienzo de un partido en la cancha de arena bajo un sol abrasador.
“Queremos llegar a ser lo mismo que James”, sostuvo por su parte Juan Sebastián Bautista, de siete años, mientras se ajustaba su uniforme perfectamente planchado.
Como para preparar a sus hijos para la adulación futura, los padres festejaban frenéticamente cuando un jugador marcó de tiro penal.
“Goooooooolll”, gritaron cuando el balón penetró la red.
Los seguidores en Ibagué confían en que el niño prodigio de la ciudad natal los haga sentir orgullosos ante Brasil.
“Vamos a ganar tres a uno”, dijo José Ruiz, un jubilado, sentado en un banco del parque en la plaza central colonial. “¡James marcará dos, si no los tres!”, agregó.