Gerardo Blyde: Lo brutal

Gerardo Blyde: Lo brutal

thumbnailgerardoblydeApenas hace dos semanas que, en respuesta a los señalamientos de Jorge Giordani en su muy polémica carta de despedida, Nicolás Maduro dijo ser el único ductor y responsable de las políticas económicas que instrumenta su gobierno. En su muy extensa epístola, que incluyó varios anexos, Giordani lo culpó de todo el desastre económico que estamos sufriendo, mas tuvo buen cuidado de no incluir en su perorata ni una palabra sobre los errores que él cometió durante todos los años que como alto personero estuvo al frente de la puesta en marcha del modelo económico que, desde un inicio, los más destacados economistas dijeron que tendría este previsible final.

Como bien lo ha señalado Omar Barboza, un modelo basado en gastarlo todo y producir lo mínimo está, en cualquier parte del mundo, predestinado al fracaso.

El martes pasado, el mismo Maduro señaló que “Hay una campaña brutal contra Rafael Ramírez para destruirlo moralmente”. La verdad es que si hay o no una campaña brutal contra Ramírez para tratar de destruirlo moralmente, la misma no se siente y luce sin relevancia alguna. Puede ser que eso esté ocurriendo puertas adentro del PSUV y sus aliados; de hecho, tuvo su máxima expresión hasta ahora en la carta de Giordani y de ella se ha derivado una guerra interna en el ámbito del chavismo.





Lo que sí está siendo, por cierto, verdaderamente “brutal” son los efectos que sobre todos los venezolanos está teniendo el modelo económico que implantaron y que anuncian cambiarán, pero no terminan de decir ni cómo ni cuándo.

Lo brutal es el que una madre con su hijo enfermo no consiga el tratamiento médico que requiere porque no hay ni tan siquiera antibióticos en las farmacias; lo brutal son las interminables colas para adquirir alimentos de la canasta básica; lo brutal es que no existan en el país repuestos para nada que requiera mantenimiento o reparación (sea maquinarias, automóviles, transporte público, electrodomésticos, línea blanca, mobiliario urbano, etc.); lo brutal es que no haya cemento y cabillas y que en un país petrolero falte el tan indispensable asfalto.

Lo brutal es que cuando un trabajador venezolano cobra su salario -si tiene la suerte de tener empleo formal y no anda rebuscándose en la economía informal para sobrevivir- sabe que, de encontrar lo que requiere para el sustento de su familia, cada mes le costará más caro que lo que gastó para lo mismo apenas en el mes anterior.

Lo atrozmente brutal es que el Presidente esté más preocupado por una supuesta brutal campaña de aniquilación moral contra Ramírez (que el común de los venezolanos no está viendo por ninguna parte), en lugar de estarnos diciendo con diafanidad a los venezolanos qué medidas va a tomar para corregir la inmensa inflación que produjeron con la montaña de errores cometidos y que nos está asfixiando como pueblo. Lo brutal es que no nos diga cómo van a estabilizar el valor de nuestra moneda y, por el contrario, crea que puede escurrir el bulto sobre este particular.

Lo brutal es que no nos informen cómo se va a generar la electricidad que requiere el país para funcionar y que sigan creyendo que pueden convencernos de atentados que generan los apagones, que se han convertido en norma y hábito. Lo brutal es que no nos señalen cuáles políticas se van a poner en práctica para que todas esas empresas que fueron expropiadas por el Estado, que antes eran productivas y que ahora están quebradas y hechas pedazos, comiencen a ser rentables y cumplan su función social y económica.

Lo brutal es que se nos diga ahora, luego de tantos años (tres largos lustros) que mantener un control de cambios de distintos tipos es muy complicado e inconveniente y que por ello debemos ir a un control de cambios único y, a la vez, se siga corriendo la arruga y no se tomen las decisiones impostergables ya y se ejecuten con transparencia.

Lo brutal es que se sigan manteniendo subsidios petroleros a países cuya inflación está controlada, sus mercados abastecidos y sus economías equilibradas, mientras la nuestra cae en picada libre y corremos el riesgo de cerrar este año con una superinflación de tres dígitos, siendo la economía más inflacionaria de todo el continente.

Y ya para concluir y no alargar más este texto que ustedes leen en este viernes de tiempos litúrgicos ordinarios aunque en Venezuela ya nada luce ordinario, lo brutal es que se persista en el mismo modelo botarate y destructivo de gastar sin producir. Ante tales y tantas brutalidades, la verdad es que el pretender desviar la atención pública a lo que puertas adentro del chavismo pueda estar ocurriendo, más que un trapo rojo, me parece franca y sinceramente demasiado bruto. Y los venezolanos, no se equivoquen, no somos brutos.

gblyde@gmail.com

@GerardoBlyde