Terminó el mundial y con el terminarán muchos de nuestros problemas, la cita deportiva fue el escenario para que intereses oscuros se unieran en otra fallida conspiración contra Venezuela. Debemos agradecer que contáramos con voces capaces de retar a la hegemonía del silencio mundial y elevar un grito de protesta frente a la injusticia. Vaya nuestro reconocimiento al ministro Rafael Ramírez, a Pedro Carreño y a Maradona por denunciar a tiempo esta nueva confabulación contra el país.
Todo empezó con una publicidad de una compañía de televisión satelital. Allí se develaba que los planes de la cita mundialista eran acabar con la revolución y que el primer terreno de batalla sería el comunicacional. Con mensajes subliminales bien estudiados se llamaba a la insurrección, la sola aparición de un hombre desnudo con una bandera nos decía que algo no andaba bien. Pero como siempre la estrategia de inoculación de miedo fue derrotada por VTV, presionando para que la cuña saliera del aire y transmitieran otra versión.
La segunda etapa del plan era el aislamiento. Venezuela, país donde cualquier aerolínea quisiera operar, fue blanco de ataque del capitalismo mundial al quedar prácticamente aislada producto de una conjura muy bien pensada y planificada. La orden del imperio fue desviar todos los aviones que volaban en nuestro país a Brasil. Tras la directriz impartida a todas las torres de control del planeta, en cuestión de minutos habíamos quedado aislados, todos se fueron al gigante sudamericano prestándose al boicot contra el proceso.
Siguieron las desviaciones hacia Brasil, pese a la intención del gobierno de impedirlas, el poder imperial era más fuerte. Toda la seguridad en Venezuela se la llevaron a las favelas, los artículos de primera necesidad a las grandes cadenas de hoteles, la gasolina fue robada para llenar los tanques de yates de grandes magnates del capitalismo hambreador. Fue sin duda el más duro ataque de los últimos siglos contra la patria.
La intención de avivar las protestas en Brasil fue un golpe duro contra Venezuela, querían impedir que siguieran llegando bombas lacrimógenas “Made in Dilma” a los puertos nacionales, en un momento donde estaba en juego la continuidad de la revolución. Menos mal todavía se contaba con reservas de bombas vencidas desde el 2002.
La batalla en Brasil la libró el propio Maradona, con cuatro millones de euros en el bolsillo se encargó de desmontar cada mentira a través de las pantallas de Telesur, ocasionando incluso que le fuera retirada su credencial. Pero era tarde, la batalla ya estaba ganada.
El gobierno ha derrotado una vez más a la conspiración y con el fin del mundial Venezuela volverá a ser la misma. Volverán los vuelos a nuestro país en masa, los mercados estarán llenos de los productos básicos, la seguridad en la calle será impresionante y Maradona quizás llegue a dirigir la Vinotinto.
Una vez alguien dijo “el mentiroso es aquel que es incapaz de afrontar la realidad, por lo que se condena a la adversidad de vivir bajo la mentira”. No es difícil el ejercicio de lo absurdo en estos tiempos donde el camino elegido por muchos ha sido la evasión. Bienvenidos de vuelta a la realidad.
Brian Fincheltub
@Brianfincheltub