Dos opciones tiene la gente: o meterse en el abasto, vivir el agite de buscar los productos que escasean y hacer una cola que puede durar más de una hora y media, pagando el precio regulado; o pagar un considerable sobreprecio a los buhoneros y, en un par de minutos, tener el producto entre sus manos.
Los vendedores informales abundan a las afueras de los abastos del centro de la ciudad. Sobre sus mesas hay muñecos, trapitos, gorras, películas de DVD, pero también se encuentran potes de leche, champú, jabón de baño, café, toallas femeninas, hojillas de afeitar, y el resto de los elementos que componen la lista de los rubros escasos.
El precio es, por lo general, el doble. Un par de hojillas marca Gillette, cuyo precio regulado es de poco más de 60 bolívares, lo ofrecen en 120. Lo mismo pasa con el resto de la mercancía que ofrecen.
Este negocio se mantiene gracias al gran número de personas que prefiere pagar el sobreprecio que soliciten para no perder un día de trabajo haciendo una cola en el supermercado o tiempo recorriendo varios locales hasta encontrar lo que buscan.
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