Por una o por otra razón, a lo largo de tu vida sexual puedes encontrarte preguntándote por la conveniencia de beber (¿o comer?) semen. ¿Accidente, experimentación, curiosidad, deseo? Los motivos seguramente serán variados, pero si el motivo principal obedece a la nutrición o al uso del fluido seminal como una especie de medicina, probablemente no tendrás mucho éxito.
La eyaculación promedio de un hombre no excede la medida de una cuchara y contiene solamente entre 5 y 25 calorías, además de una cantidad mínima de proteínas. Debido a que su función biológica es transportar espermatozoides durante la fecundación, sólo 1% del semen está compuesto por espermas, mientras el resto (un par de mililitros) lo constituyen unos 200 tipos de proteínas, vitaminas y minerales.
Pero si te preguntas no por las propiedades nutricionales del semen sino por sus cualidades gourmet hay que saber que, al igual que los hábitos y los alimentos cambian el color y composición de la orina, el semen también se ve afectado por el uso de drogas, tabaco, espárragos, alcohol y, tristemente, el chocolate, todos los cuales afectan negativamente el sabor, haciéndolo amargo o dándole un fuerte olor acre.
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