Pienso en su secuestro
Estoy en París, hace algunos minutos estuve con Ingrid Betancourt en el jardín de Luxemburgo, me interesaba verle el rostro a su resistencia, conversar con su tenacidad, conocer su fe fuera de las picadas de mosquitos, del sudor, de la represión y de la tortura de la selva.
La vi y descubrí en su mirada el mismo dolor, la misma rabia impotente con que se resiste nuestro pueblo al terrorismo de estado y al secuestro en Venezuela.
El brillo en la reinventada sonrisa de Ingrid me hizo sentir esperanza en medio de tanta pena.
Venezuela, como lo fue Ingrid, es un país secuestrado por bandoleros de verde oliva que obedecen a los despiadados designios de Fidel Castro. Su ideología es el narcotráfico terrorista; su política, las cadenas y las balas; su diálogo, el secuestro.
Antes de verme conmovido a abrazar por horas a Ingrid y llorar con ella su selva, su vejación, antes de tocar sus heridas, que son las mías, que son las nuestras, que son las de los pueblos de Latinoamérica secuestrados por los fusiles del comunismo y los grilletes de la corrupción chavista, me despedí rápido de ella, quería escribir…, quería escribirte a ti joven venezolano.
Pienso en la virtuosa y aguerrida Sairam, pienso en su secuestro, pienso en el secuestro de Venezuela y sus cómplices.
Las babas del “profe”
A la histérica doña académica algunos la llaman “profesor”. Él prefiere que le digan “profe” es más chic y lo acerca más a sus codiciadas alumnas -a veces a algún alumno, lo sabemos, profe- que desea embaucar para, luego de un carnal chantaje calificatorio, poder montar su flacidez moral sobre esa piel tensa y tersa que morbosea, para desparramar su trastorno sobre ese bello pensamiento nuevo.
Al profe lo conocí en una de esas fumadas reuniones que realizaba el grupito de viejitos verdes del pensamiento venezolano en la colina mística de los sabelotodo.
Recuerdo que entré al recinto donde alucinaban sus entelequias las mulas sagradas de la política y las vacas cansadas de la intelligentsia venezolana y ubiqué de inmediato al profe, yacía arrellanado en un cómodo sillón victoriano, su borrachera diaria lo había vencido -otra vez-, de las comisuras de su agrietada boca corrían dos hilitos de acuosas lombrices, eran sus babas.
Estaba dormido, llevaba años dormido, se levantaba espasmódicamente para erradicar con gritos histéricos a los monstruos que habitan sus pesadillas.
Me sorprendió, no puedo ocultarlo, me sorprendió mucho: ¿es esto un intelectual en Venezuela? ¿A esa carcajada humana le delegamos el pensamiento crítico? Con razón Chávez los hizo polvo cósmico.
Pese a sus remedos, repeticiones, rebuscamientos y berrinches no le di mayor crédito, en él no había espíritu, en él no había nada, sólo adorno y pose, sólo sueño y baba, era un churrigueresco don nadie académico.
Lo más peculiar del profe era el carnaval de colores en su tinte de pelo, sí, el doño intelectual, el reflexivo sociólogo del miss Venezuela, el postizo contestatario de peluquería, tenía pintado los escasos rulitos que le quedaban para asemejarse al verdadero ícono de su generación: Osmel Sousa.
En mi vida jamás había visto algo más parecido a la estirada y plástica matrona, con su fino zapato coronándole la cabeza como tocado, de la película Brazil de Terry Gilliam que el profe.
Su nostalgia de congresista, de asesor caza bobos y de chillón acomodado y excéntrico de la cuarta república, lo impulsa, lo obliga a ser alguien, sea lo que sea, cualquier vaina, pero alguien. Y lo ha logrado: es el zar del show travesti en el bar del pensamiento universal en Venezuela.
Su banalidad, su espíritu acomodaticio y frívolo, su whisky como arma, su olímpico desprecio por los valores humanos y por la realidad venezolana, no le permiten ilustrar, sólo babea.
Lo curioso es que todavía existe aquél que enjuaga su ineptitud en esas babas.
El dialogismo feroz
Entre borracheras, soñolencia, morbosidad y voyerismo, sumido en su nube de incienso y salpicado de whisky y marihuana, completamente enajenado de la realidad, el profe piensa que el dialogismo es tan sólo una exquisita figura literaria. Hay que usarla.
Claro, en su afán de masturbarse frente al espejo, de amarse a sí mismo por sobre todas las cosas, el profe piensa que el diálogo es cosa de uno solo, no se da cuenta que mientras él se lo propone a sí mismo -y a sus babeados- fuera de los límites exteriores de su espejo están secuestrando, encarcelando, asesinando y desbaratando la vida de un pueblo. No hay diálogo en la realidad (que él desconoce), hay represión, extorsión, chantaje y asecho.
¿Quién dialoga entre rejas o encadenado, con un frío fusil posado en su frente?
El profe es feroz con su alumna Venezuela, chorrea babas de rabia contra quien no obedece sus vociferaciones, se jala los pocos rulitos teñidos que le quedan e insulta a diestra y siniestra para que el pueblo -alumno- se digne a remojarse en su saliva.
Aunque no acierta una, él es un profe, el profe, ¿cómo es posible que nadie le pare ni media bola? Se histeriza, le pondrá al pueblo rebelde un categórico cero uno.
Los alumnos, más bien, Venezuela está alertada, fue la generación del profe -y sus salpicadas babosadas- la que perdió la batalla histórica con el infame comandante Chávez, fue su generación la que no combatió con firmeza la peste ideológica, fue la generación de las histéricas doñas académicas en gran medida la responsable de la debacle.
¿Permitiremos que el profe siga pontificando sus babas?
“Por mi raza hablará su espíritu”
Mucho del secuestro ideológico y político del que somos víctimas se debe a la vanidad del profe. Venezuela se enfermó no sólo por falta de valor y de principios, se apestó por falta de crítica sensata y visión, por falta de espíritu.
Le robo a Vasconcelos el lema que signa a la Universidad Autónoma de México (UNAM): “por mi raza hablará mi espíritu” para reivindicar la fuerza espiritual y moral que le ha impuesto la juventud al siglo XXI en Venezuela, en especial sus estudiantes.
Hemos renacido como nación gracias a ellos. Somos referencia mundial por su entrega y compromiso. No le hablan al espejo, le hablan a las calles de la historia. No se duermen, luchan. No permiten que nadie califique su valentía, arremeten con su fuerza y fe, con su convicción y esperanza, contra los tiranos. No babean, sudan.
No hay profe que pueda enseñarles en un pizarrón lo que significa la libertad porque llevan a la libertad en su corazón, late en su alma. Saben que no hay diálogo sin dignidad, saben que no hay diálogo si no liberan a los secuestrados, saben que no hay diálogo si no hay democracia y en Venezuela esa palabra está dormida.
Por su generación hablará su espíritu, ya no hay babas, hay sangre, sudor y lágrimas que reinventarán nuestra sonrisa cuando alcancemos nuestro sueño de libertad.
Sí, nuestro sueño de justicia y libertad…
@tovarr