Todo un país, Japón cambió drásticamente para mejorar, en el curso de una vida humana. Todo un país, Venezuela, ha sido destruido en apenas 15 años por una pandilla de hampones ignorantes e ineptos. Y es que la involución lamentablemente se lleva a cabo de manera mucho más más rápida que la evolución. Construir es un proceso penoso y largo, destruir es un acto breve de maldad.
El acto de construir requiere un liderazgo y visión perseverante en el tiempo mientras que el acto de destruir apenas necesita de una poblada guiada por los más bajos deseos. En Venezuela 1999-2014 la extrema rapidez de la destrucción y su espantosa magnitud requirió una quiebra de la ética colectiva venezolana como nunca la hubiéramos pensado posible. En el proceso de destrucción nacional han participado: (1), los miembros del llamado chavismo-castrismo, fanáticos empeñados en retroceder al siglo XIX en pleno siglo XXI; (2), una gran masa de gente pobre, ansiosa de salir de la pobreza rapidamente y dispuesta a dar lealtad a quien se lo prometa, sin pensar que no hay salida a la pobreza que no sea por la vía de la educación y del trabajo; (3), una clase empresarial y bancaria de apellidos conocidos pero podridos en cuerpo y alma que se ha llenado los bolsillos de dinero petrolero a expensas del bienestar de la nación; (4), una Fuerza Armada que se ha prostituído con una pasmosa facilidad, inclusive incursionando en el tráfico masivo de drogas, convirtiendo al régimen en un narco-estado; y, (5), una burocracia que ha aprovechado la ineptitud y la complicidad del poder para saquear el tesoro público con total impunidad, demoliendo instituciones y violando constitución y leyes.
Es hasta estadísticamente documentable que esta gran masa de cómplices, unos con premeditación y otros acuciados por el deseo de salir de abajo tomando atajos, constituyó en algun momento la mayoría en el país. De otra manera no puede explicarse la rapidez con la cual se ha llevado a cabo el desastre. Aparejados a esta gran masa hemos tenido grupos importantes de venezolanos que, sin convenir con los métodos del régimen, han dejado que el desastre se lleve a cabo por múltiples razones: indiferencia, flojera o deseos de seguir actuando frente al hamponato con guantes blancos, como si estuviéramos bajo un sistema democrático. Los venezolanos quienes han defendido democracia y libertad con vigor y decisión, apegados a la ética que aprendieron en sus hogares y de sus maestros, han sido hostigados por enemigos y ni-nis, haciendo muy difícil que la nación encuentre el camino hacia la recuperación.
La ética es una brújula, una guía para la acción: no robar, no hacer daño, sumar al bien colectivo, manejar cuidadosamente el erario público, ser buenos ciudadanos. Quienes llevan en alto esa bandera ética están en minoría en Venezuela y es necesario enfrentarnos con esa realidad. No podemos seguir rindiéndole pleitesía a las virtudes de la pobreza o seguir excluyendo a quienes quieren progresar en aras de quienes prefieren permanecer en el atraso. Los niños de la calle no son niños de la patria ni los damnificados son dignificados. Son gente afligida que requiere pasar de la categoría de desposeídos a la categoría de ciudadanos. La pobreza es una enfermedad, no una virtud. La ignorancia no es una característica amable y folklórica sino una terrible aflicción que genera hambre, enfermedad y criminalidad.
Si la ética no prevalece, si no hay justicia ejemplar para el crimen y la corrupción en Venezuela veremos llegar otros chávez y otros maduros y seguiremos sin huevos.